En el año 2025, cuando Uruguay conmemora dos siglos de la Declaratoria de la Independencia, no solo evocamos la gesta histórica de 1825, sino que reafirmamos el valor de los principios que la inspiraron. Aquellos orientales que proclamaron “írritos, nulos, disueltos y de ningún valor para siempre” los actos de dominación extranjera, nos legaron una herencia que trasciende el tiempo: la defensa de la Libertad, la vigencia de la Democracia y el compromiso con la República. Hoy, en un mundo convulsionado por nuevas formas de sometimiento y amenazas a la convivencia democrática, este Bicentenario se convierte en ocasión solemne para renovar el pacto cívico que asegura nuestra identidad como Nación libre,
Declaratoria de la Independencia (o “Leyes de la Florida”, 25 de agosto de 1825)– proclamadas por la Sala de Representantes en la Villa de la Florida:
Ley de Independencia
La Sala de Representantes de la Provincia Oriental del Río de la Plata, en uso de la Soberanía ordinaria y extraordinaria que legalmente inviste, para constituir la existencia política de los pueblos que la componen, y establecer su independencia y felicidad, satisfaciendo el constante, universal y decidido voto de sus representados; después de consagrar a tan alto fin su más profunda consideración; obedeciendo la rectitud de su íntima conciencia, en el nombre y por la voluntad de ellos, sanciona con valor y fuerza de ley fundamental lo siguiente:
1. — Declara írritos, nulos, disueltos y de ningún valor para siempre, todos los actos de incorporación, reconocimientos, aclamaciones y juramentos arrancados á los pueblos de la Provincia Oriental, por la violencia de la fuerza unida á la perfidia de los intrusos poderes de Portugal y el Brasil que la han tiranizado, hollado y usurpado sus inalienables derechos, y sujetándola al yugo de un absoluto despotismo desde el año de 1817 hasta el presente de 1825. Y por cuanto el Pueblo Oriental aborrece y detesta hasta el recuerdo de los documentos que comprenden tan ominosos actos, los Magistrados Civiles de los pueblos en cuyos archivos se hallan depositados aquellos, luego que reciban la presente disposición, concurrirán el primer día festivo en unión del Párroco y vecindario y con asistencia del Escribano, Secretario, o quien haga sus veces a la casa de Justicia; y antecedida la lectura de este Decreto se testará y borrará desde la primera línea hasta la última firma de dichos documentos, extendiendo en seguida un certificado que haga constar haberlo verificado, con el que deberá darse cuenta oportunamente al Gobierno de la Provincia.
2. — En consecuencia de la antecedente declaración, reasumiendo la Provincia Oriental la plenitud de los derechos, libertades y prerrogativas inherentes a los demás pueblos de la tierra, se declara de hecho y de derecho libre é independiente del Rey de Portugal, del Emperador del Brasil, y de cualquiera otro del universo, y con amplio y pleno poder para darse las formas que en uso y ejercicio de su soberanía estime convenientes.
Ley de Unión
La Sala de Representantes de la Provincia Oriental del Río de la Plata, en virtud de la soberanía ordinaria y extraordinaria que legalmente reviste, para resolver y sancionar todo cuanto tienda a la felicidad de ella, declara: que su voto general, constante, solemne y decidido, es y debe ser por la unión con las demás Provincias Argentinas, a que siempre perteneció por los vínculos más sagrados que el mundo conoce. Por tanto ha sancionado y decreta por ley fundamental la siguiente:
— Queda la Provincia Oriental del Río de la Plata unida a las demás de este nombre en el territorio de Sud América, por ser la libre y espontánea voluntad de los pueblos que la componen, manifestada en testimonios irrefragables y esfuerzos heroicos desde el primer período de la regeneración política de dichas Provincias.
Ley de Pabellón
La Sala de Representantes de la Provincia Oriental del Río de la Plata, en uso de la soberanía ordinaria y extraordinaria que legalmente reviste, ha sancionado y decreta con valor y fuerza de ley, lo siguiente:
— Siendo una consecuencia necesaria del rango de Independencia y Libertad que ha recobrado de hecho y de derecho la Provincia Oriental, fijar el pabellón que debe señalar su Ejército y flamear en los pueblos de su territorio, le declara por tal, el que tiene admitido, compuesto de tres fajas horizontales, azul, blanca, y roja, por ahora, y hasta tanto que incorporados los Diputados de esta Provincia a la Soberanía Nacional, se enarbole el reconocido por el de las Unidas del Río de la Plata, a que pertenece.
Estas tres resoluciones constituyen el núcleo de la Declaratoria y son pilares del proceso fundacional del Estado uruguayo. Si te interesa, puedo ayudarte ahora a ubicar una versión facsimilar o manuscrita, o comentarte el contexto histórico y las implicaciones legales y simbólicas de cada una.
Uruguay: 200 años de Independencia
En 2025, Uruguay celebra los doscientos años de la Declaratoria de la Independencia. Se trata de un hito histórico que invita no solo a rememorar hechos pasados, sino a interrogarse sobre el presente y el porvenir. Dos siglos después de aquel 25 de agosto de 1825 en la Florida, los ideales de libertad, democracia y república se erigen como pilares fundamentales para comprender qué significa ser uruguayos en un mundo cambiante. El Bicentenario, más que una efeméride, debe asumirse como una oportunidad de reflexión crítica y proyección hacia el futuro.
El proceso histórico
La independencia oriental fue fruto de una compleja interacción de factores: la lucha de los orientales contra el dominio portugués y brasileño, el legado artiguista de soberanía popular y federalismo, y las presiones geopolíticas de las potencias de la época. El Acta de 1825 proclamó tres principios esenciales: independencia de Brasil, unión con las Provincias Unidas y afirmación de la soberanía del pueblo oriental. Aquella decisión marcó el nacimiento de una identidad que, aunque consolidada en 1828 por el reconocimiento internacional del Estado Oriental, se fue modelando con tensiones entre dependencia externa y autonomía nacional.
Un camino de construcción
Uruguay, en estos 200 años, se ha forjado entre luces y sombras. La construcción del Estado republicano, las reformas varelianas en educación y el batllismo con su modelo social avanzaron en cohesión, igualdad y progreso. Sin embargo, también hubo períodos de crisis, enfrentamientos civiles, autoritarismos y la dolorosa dictadura de 1973-1985 que puso a prueba la fortaleza de las instituciones y el espíritu democrático. La recuperación posterior reafirmó el compromiso del pueblo uruguayo con la libertad y la democracia, valores que hoy se revalorizan frente a desafíos globales.
Libertad, Democracia y República en el presente
En el Bicentenario, reflexionar sobre la libertad implica reconocerla no solo como ausencia de dominación externa, sino como capacidad efectiva de cada ciudadano de vivir con dignidad. La libertad en el siglo XXI demanda garantizar derechos sociales, acceso a la educación de calidad, participación digital segura y respeto a la diversidad.
La democracia, por su parte, no puede darse por sentada. El mundo contemporáneo muestra un retroceso en la confianza institucional y el avance de discursos autoritarios y de desinformación. Uruguay debe resguardar sus instituciones, profundizar la participación ciudadana y promover una cultura cívica que eduque en el pensamiento crítico, la tolerancia y el compromiso con el bien común.
La república, finalmente, exige la vigencia real de la separación de poderes, la transparencia pública y la primacía de la ley. Ser república significa garantizar que la soberanía resida en el pueblo y que la autoridad se ejerza en función del interés general y no de intereses sectoriales o corporativos. En un tiempo donde las redes sociales, los algoritmos y las dinámicas globales desafían a los estados nacionales, mantener viva la república es defender el equilibrio entre poder y ciudadanía.
Conclusión
Celebrar 200 años de independencia es rendir homenaje al sacrificio de quienes lucharon por un país libre, pero también es asumir la responsabilidad de preservar y fortalecer los valores que nos constituyen. Libertad, Democracia y República no son conquistas definitivas, sino tareas permanentes que deben renovarse en cada generación.
Uruguay, pequeño en extensión pero grande en dignidad cívica, está llamado a reafirmar su compromiso con esos principios y a proyectarlos en un mundo que demanda más que nunca sociedades abiertas, justas y solidarias. En la hora del Bicentenario, la mejor manera de honrar la historia es renovar el pacto de los orientales: ser un pueblo libre, democrático y republicano, capaz de autodeterminar su destino con coraje y responsabilidad.

Declaración de LIBERTAS en el Bicentenario de la Independencia (1825-2025)
Írritos, nulos, disueltos y de ningún valor para siempre sean todos los intentos de quebrantar la soberanía del pueblo uruguayo, de someter su espíritu libre o de desvirtuar sus instituciones democráticas y republicanas.
A dos siglos de la Declaratoria de la Independencia de 1825, evocamos con gratitud a los orientales que, en la Villa de la Florida, levantaron la voz contra la opresión. Pero no basta con recordar: corresponde renovar el juramento de custodiar aquello que nos define como Nación.
La Libertad es el principio inalterable de nuestra existencia. No es dádiva ni concesión: es derecho natural e irrenunciable. En este tiempo de nuevas formas de sometimiento —ya sea por poderes económicos, tecnológicos o ideológicos— proclamamos que solo un pueblo libre en conciencia, en palabra y en acción puede construir su destino.
La Democracia es la expresión viva de esa libertad. No se agota en elecciones periódicas: se fortalece en la participación ciudadana, en la educación crítica, en el respeto a la diversidad y en la defensa permanente frente a la desinformación y los autoritarismos. El poder legítimo solo puede emanar, como lo proclamó Artigas, de la soberanía del pueblo.
La República es la garantía de que ningún interés se eleve por encima de la ley y de que toda autoridad esté al servicio del bien común. Es transparencia, es equilibrio de poderes, es justicia que protege a los débiles frente a los abusos de los fuertes. Ser república significa ser ciudadanos responsables y vigilantes, nunca súbditos ni espectadores.
Por tanto, declaramos en este Bicentenario que la defensa de la Libertad, la Democracia y la República constituye causa permanente, deber cívico y fundamento esencial de nuestro ser colectivo.
Así como en 1825 se alzó la voz contra la opresión, hoy proclamamos que sin libertad no hay dignidad, sin democracia no hay soberanía, y sin república no hay justicia ni futuro.
En nombre de las generaciones pasadas, presentes y venideras, LIBERTAS afirma su compromiso indeclinable con estos principios, para que el Uruguay siga siendo tierra justa, libre y soberana en el concierto de las naciones.