La LXVI Cumbre del Mercosur, celebrada en Buenos Aires y finalizada ayer, puso en evidencia la polarización ideológica entre sus líderes, al tiempo que selló acuerdos clave para el futuro del bloque regional.
Tensiones ideológicas y relevo presidencial
- Javier Milei (Argentina) y Luiz Inácio Lula da Silva (Brasil) protagonizaron una relación tensa: la foto oficial fue fría, no hubo encuentro bilateral e incluso Milei amenazó con retirar a Argentina del Mercosur si no se ajustaba a su definición de flexibilidad y apertura.
- Milei entregó la presidencia pro tempore del bloque a Lula, quien trazó una hoja de ruta centrada en derechos humanos, lucha contra el cambio climático y desarrollo tecnológico.
Acuerdos comerciales y nuevas estrategias
- El Mercosur firmó un acuerdo de libre comercio con la EFTA (Islandia, Suiza, Noruega, Liechtenstein), eliminando aranceles sobre productos clave, un paso significativo antes de aspirar al trato con la Unión Europea.
- Lula instó a mirar hacia Asia como «centro dinámico de la economía mundial», promoviendo una estrategia de vinculación económica diversificada.
- Milei, aunque crítico del bloque, moderó su posición hacia una “flexibilidad” que permita negociaciones con Estados Unidos, buscando enfrentar bloqueos europeos y adaptarse a nuevos mercados.
Actos simbólicos, solidaridad y mensajes políticos
- En un gesto con fuerte carga simbólica, Lula visita a Cristina Kirchner, ex presidenta argentina bajo arresto domiciliario, evidenciando una postura de solidaridad política y generando repercusiones mediáticas.
- Este episodio profundiza la grieta con el gobierno argentino y refleja la intensa carga simbólica que gravita sobre esta cumbre.
La cumbre del Mercosur en Buenos Aires representa un punto de inflexión.
Por un lado, Milei defendió una visión de mercado abierto, con “flexibilización o salida” como fórmulas para impulsar un Mercosur más funcional.
Por otro, Lula apostó por reforzar la integración multilateral, con agenda social, climática y tecnológica.
El acuerdo con la EFTA y la estrategia de diversificación hacia Asia muestran un bloque en transición: avanzando hacia acuerdos comerciales globales, sin dejar de lado su propia dinámica interna. Sin embargo, las divisiones ideológicas —simbolizadas en la falta de sintonía entre Argentina y Brasil— plantean preguntas sobre la viabilidad de un consenso real.
Además, el gesto de Lula al visitar a Cristina Kirchner alimentó la tensión interna en Argentina, proyectando un Mercosur donde la política interna de cada país se expone en la arena regional.
En definitiva, un Mercosur cambiado, abierto al mundo, pero también fracturado en su centro político. La siguiente tarea clave será ver si la unión puede sostener los acuerdos comerciales sin ceder a las tensiones ideológicas internas.
Mercosur y la EFTA ante un nuevo horizonte de integración.
La conclusión de las negociaciones del Acuerdo de Libre Comercio entre el Mercado Común del Sur (Mercosur) y la Asociación Europea de Libre Comercio (EFTA) el 2 de julio de 2025 clausuró una década de conversaciones y abrió la puerta a un bloque comercial que, de ratificarse, abarcará casi 300 millones de personas y un producto interno bruto (PIB) agregado superior a 4,3 billones de dólares estadounidenses. Para Mercosur —integrado hoy por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay— el pacto representa mucho más que una simple reducción arancelaria: supone redefinir su inserción internacional, diversificar mercados frente a la incierta ratificación del acuerdo con la Unión Europea (UE) y consolidar una agenda de reformas internas orientada a la competitividad. El presente ensayo analiza los beneficios potenciales, los desafíos estructurales y la dimensión comparativa de capacidades económicas implicadas, con especial atención a los volúmenes de PIB y al balance comercial histórico entre ambos bloques.
Radiografía económica comparada
La asimetría poblacional es evidente: Mercosur suma unos 266 millones de habitantes, frente a los 14 millones de la EFTA (Suiza, Noruega, Islandia y Liechtenstein). Sin embargo, al evaluar el “peso” económico el contraste se matiza. Por el lado sudamericano, Brasil aporta el núcleo duro con un PIB de 2,174 billones USD en 2023); Argentina añade 646 000 millones USD); Uruguay y Paraguay contribuyen con 79 700 millones y 45 500 millones respectivamente. El total bordea los 3 billones USD. La EFTA, aunque demográficamente modesta, concentra economías de alto valor agregado: Suiza figura con 947 000 millones USD; Noruega con 485 000 millones USD; Islandia con 35 300 millones USD y Liechtenstein, micro-Estado de apenas 40 000 habitantes, aporta unos 7 000 millones USD. Sumados, los miembros de la EFTA rondan 1,5 billones USD. En términos de PIB per cápita —indicador de poder adquisitivo— la ventaja se inclina todavía más hacia la EFTA: Suiza roza los 110 000 USD y Noruega los 88 000 USD, mientras que Brasil apenas supera los 9 000 USD y Argentina los 14 000 USD.
Estas cifras dibujan una complementariedad natural: la EFTA posee capitales, tecnología y mercados con alta demanda de alimentos, energía y materias primas; Mercosur, a su vez, necesita inversiones, know-how y accesos preferenciales para productos agroindustriales competitivos.
Panorama comercial previo al tratado
Antes del acuerdo, el intercambio bilateral se mantenía en niveles modestos. En 2024, el comercio de bienes alcanzó 8 300 millones EUR, con exportaciones de la EFTA por 5 260 millones y compras por 3 070 millones. Aun así, la tendencia es ascendente: en dos décadas el flujo se cuadruplicó hasta 7 400 millones EUR en 2023.
En la canasta exportadora de la EFTA dominan maquinaria, productos farmacéuticos, químicos finos y servicios de ingeniería; Mercosur vende principalmente agroalimentos (carne, soja, jugos), minerales, celulosa y tableros de madera. El desafío es pasar de una relación “complementaria pero estrecha” a vínculos que incluyan servicios, inversión y cadenas de valor regionalizadas.
Arquitectura del acuerdo: acceso para el 97 % de los flujos
El texto pactado —pendiente de revisión legal y ratificación parlamentaria— cubre bienes, servicios, inversión, propiedad intelectual, compras públicas, barreras técnicas y un capítulo robusto de desarrollo sostenible. Uno de sus hitos es la eliminación progresiva de aranceles para más del 97 % de las líneas arancelarias que representan el grueso de las exportaciones de ambas partes. En lo práctico, eso significa que la carne vacuna uruguaya o paraguaya podría ingresar a supermercados suizos sin el actual gravamen de 28 %, y que los relojes suizos o el salmón noruego llegarían a puertos brasileños sin pagar aranceles de hasta 20 %. El calendario de desmantelamiento varía: bienes industriales obtienen plazos de 5 a 7 años; agroalimentarios sensibles en Mercosur —lácteos, chocolates y embutidos europeos— disponen de salvaguardas de hasta 12 años. En servicios, destaca la liberalización de seguros, consultoría y telecomunicaciones, mientras que Mercosur asegura cuotas crecientes de prestación de servicios profesionales en mercados escandinavos y alpinos.
Beneficios proyectados para Mercosur
El acuerdo permite a Mercosur reducir su dependencia de la demanda china —hoy su primer socio— y de la UE, cuyo tratado sigue bloqueado por objeciones ambientales. Acceder a consumidores de alto ingreso abre nichos para productos “premium” (vino argentino de altura, carne de wagyu brasileña, arroz orgánico uruguayo), iniciativas de comercio justo y certificaciones de neutralidad de carbono.
Modelos computables de equilibrio general, utilizados internamente por los ministerios de economía de Brasil y Suiza, estiman para Mercosur un aumento permanente del PIB de 0,4 % anual y la creación de más de 185 000 empleos directos, concentrados en agroindustria, logística y servicios empresariales. Brasil absorbería el 60 % del crecimiento, principalmente en el corredor logístico del “Arco Norte”, mientras que Uruguay y Paraguay ganarían en procesamiento de alimentos y tecnología agroindustrial.
La entrada de bienes intermedios libres de arancel —motores, instrumentos de precisión, maquinaria seminueva— reducirá costos de producción y modernizará la industria manufacturera del Cono Sur, donde buena parte del capital fijo supera los 20 años de antigüedad. Además, el capítulo de compras públicas obliga a licitaciones transparentes por encima de 130 000 USD, presionando a las administraciones nacionales a homogeneizar sus sistemas de contratación.
Las cláusulas de protección a las inversiones y de solución de controversias crean un entorno jurídico estable que podría duplicar la IED procedente de la EFTA, hoy limitada a menos de 1000 millones USD anuales. Fondos soberanos noruegos ya han mostrado interés en proyectos de hidrógeno verde en el nordeste brasileño y parques eólicos offshore en Uruguay.
Impacto en sectores claves de Mercosur
Agroindustria
La rápida eliminación de aranceles en carnes, granos y jugos se traduciría en una mejora del precio neto al exportador de entre 4 % y 9 %, según simulaciones de la Fundación INAI en Argentina. La exigencia de estándares sanitarios más estrictos —“farm to fork”— obligará a productores a invertir en trazabilidad blockchain y bienestar animal.
Energía y minería
El acuerdo ofrece un mecanismo de “diálogo energético” que reconoce compromisos de transición hacia bajas emisiones. Ello habilita joint ventures en litio, hidrógeno verde y captura de metano. Paraguay, carente de combustibles fósiles, podría convertirse en hub de distribución de gas natural argentino y biomasa brasilera.
Manufacturas y tecnología
La industria autopartista brasileña teme la competencia de componentes suizos de alto rendimiento; sin embargo, la gradualidad del desarme arancelario y los programas de incentivo a la I+D abren oportunidad para integrarse a cadenas de valor transnacionales (p. ej. vehículos eléctricos). Start-ups uruguayas de software buscan aprovechar la libre circulación de servicios digitales y propiedad intelectual reforzada.
Ajustes sectoriales
Ciertos segmentos con baja productividad —textil en Brasil, calzado en Argentina— sufrirán presión competitiva. El Fondo de Convergencia Estructural del Mercosur (FOCEM) deberá ampliarse para financiar reconversión laboral.
Normas ambientales
La EFTA exige compromisos de deforestación cero y reducción de emisiones de metano en la producción de carne. Si Mercosur no fortalece control terrestre y satelital, se expone a la reimposición de aranceles vía “cláusulas de sostenibilidad”.
Gobernanza interna
Las tensiones políticas entre los presidentes Javier Milei y Luiz Inácio Lula da Silva, visibles durante la cumbre de Buenos Aires , pueden obstaculizar la aprobación legislativa coordinada. Además, la heterogeneidad cambiaria (superpeso uruguayo – real flotante – peso argentino con doble tipo de cambio) complica reglas de origen y contabilidad de valor agregado.
Ganancias y motivaciones para la EFTA
Para la EFTA, el beneficio no radica tanto en la magnitud absoluta —Mercosur es un mercado de poder adquisitivo medio— sino en la oportunidad de asegurar cadenas de suministro críticas. Brasil es el mayor exportador mundial de soja, la fuente clave de proteína animal en la industria europea de cría; Paraguay garantiza aceite vegetal a precio competitivo; Uruguay representa un proveedor confiable de carne de alta trazabilidad; y Argentina posee el segundo mayor reservorio de shale gas en Vaca Muerta. En materia de minerales estratégicos, Brasil y Argentina concentran litio, niobio y tierras raras. Para Suiza, la liberalización facilita el abastecimiento de oro certificado y granos especiales destinados a la industria chocolatera. Noruega, por su parte, apuesta a vender tecnología para la captura y almacenamiento de carbono (CCS) y plataformas de petróleo offshore en el pre-sal brasileño.
Comparación con otros acuerdos
El pacto Mercosur-EFTA se diferencia del tratado Mercosur-UE en tres aspectos:
- Velocidad de ratificación: con solo cuatro parlamentos europeos, la EFTA podría aprobar el texto en menos de un año, mientras que el acuerdo con la UE requiere 27 ratificaciones y enfrenta objeciones agrícolas francesas y austriacas.
- Ambición arancelaria: la cobertura del 97 % de exportaciones supera el 91 % acordado con la UE, reflejando la menor “sensibilidad” de ambas partes en productos claves.
- Cláusula de regulación digital: incluye un marco sobre “flujos transfronterizos de datos” que, de implementarse, convertiría a Mercosur en pionero latinoamericano en adoptar reglas convergentes con la OCDE.
El Instituto para la Integración de América Latina (INTAL-BID) proyecta que el flujo comercial podría duplicarse a 16 000 millones EUR en los primeros cinco años, con una elasticidad ingreso-exportación más alta para productos de valor agregado como ingredientes farmacéuticos activos (IFAs) y servicios de arquitectura. Tal expansión sumaría cerca de 4 000 millones USD anuales al superávit agroindustrial brasileño y reduciría la volatilidad cambiaria en Argentina al diversificar su oferta de divisas.
Firmar con la EFTA envía una señal estratégica: Mercosur puede negociar acuerdos de “nueva generación” con bloques avanzados sin quedar atrapado en la dinámica UE-Mercosur o en la esfera de influencia china. Además, Suiza y Noruega pertenecen a redes multilaterales (OMC, OCDE, ILO) que ofrecen foros donde los países del Sur pueden incidir en normativas globales sobre sostenibilidad agrícola, contratación pública y estándares laborales.
El acuerdo revitaliza la agenda de convergencia intra-Mercosur. Brasil y Paraguay pactaron, en paralelo, la ampliación de productos exentos de arancel intra-bloque y la cooperación gasífera en Vaca Muerta. Ello refuerza la idea de “hub” energético subregional y de armonización de normas técnicas que faciliten luego su homologación ante la EFTA.
Para materializar los beneficios se requerirán acciones concretas:
- Ratificación parlamentaria y adecuación normativa en los próximos 12 meses.
- Desarrollo de ventanillas únicas de comercio exterior digitales compatibles con la plataforma suiza “e-Customs”.
- Programas de certificación de origen digital con blockchain para carne y minerales.
- Fomento de PYMES exportadoras, mediante líneas de crédito verde garantizadas por la Banca de Desarrollo de Noruega y agencias de crédito a la exportación suizas.
- Fortalecimiento institucional del Comité Conjunto EFTA-Mercosur, encargado de monitorear cumplimiento y resolver controversias.
El Acuerdo de Libre Comercio Mercosur-EFTA representa una oportunidad histórica para profundizar la integración económica del Cono Sur con mercados de alto ingreso, diversificar riesgos y acelerar la modernización productiva. La asimetría en tamaño y en niveles de desarrollo se convierte, paradójicamente, en el motor de los beneficios recíprocos: la EFTA aporta capital, tecnología y estándares, mientras que Mercosur ofrece recursos naturales, potencia agroindustrial y un mercado consumidor en expansión. Las proyecciones de crecimiento del comercio —duplicación en cinco años—, los posibles incrementos de PIB y empleo, y el estímulo a la IED justifican el entusiasmo oficial. No obstante, los retos de adaptación sectorial, gobernanza interna y sostenibilidad ambiental demandan políticas públicas activas, coordinación regional y compromiso empresarial.
En una coyuntura global marcada por tensiones geopolíticas y proteccionismos selectivos, el pacto con la EFTA envía una señal de apertura estratégica de Mercosur al mundo. Si los sectores productivos y los gobiernos logran convertir este marco jurídico en cadenas de valor integradas, transferencia tecnológica y desarrollo sostenible, el acuerdo puede erigirse en un caso exitoso de “interregionalismo pragmático” que trascienda la retórica y genere prosperidad compartida. De lo contrario, el riesgo es que permanezca como un título más en el inventario de tratados sin aplicación real. La pelota está, pues, en la cancha latinoamericana: la ejecución rigurosa del tratado definirá si Mercosur se proyecta como un actor competitivo del siglo XXI o si se rezaga ante la carrera global por los mercados, la innovación y la sostenibilidad.
Mercosur 2025: anatomía de una fractura creativa
Análisis ideológico de la LXVI Cumbre de Buenos Aires
“El bloque o la libertad”: regreso del viejo dilema
El 3-4 de julio de 2025 el Mercosur volvió a ser, más que un mercado común, un espejo de la política sudamericana. La foto oficial mostró a Javier Milei, libertario “anarcocapitalista”, entregando la presidencia pro tempore a Luiz Inácio Lula da Silva, histórico líder de la izquierda brasileña.
El cruce verbal que siguió sintetizó dos visiones incompatibles: Milei amenazó con “emprender el camino de la libertad, acompañados o solos”, mientras Lula defendió al bloque como escudo colectivo frente a la inestabilidad mundial. Ese choque, más que un gesto protocolar, marcó la pugna ideológica entre un proyecto de integración minimalista y uno neodesarrollista con fuerte impronta social y ambiental.
Mapa de fuerzas en 2025
País | Gobierno | Familias ideológicas dominantes | Agenda en la cumbre |
Argentina | Javier Milei (La Libertad Avanza) | Libertarismo, ultraliberalismo, identidades de nueva derecha | Flexibilizar la Tarifa Externa Común; abrir la puerta a acuerdos bilaterales con EE. UU.; reducir regulación ambiental. |
Brasil | Lula da Silva (PT) | Progresismo social, ecodesarrollismo, sindicalismo | Fortalecer Mercosur; agenda climática; derechos laborales; profundizar lazos con Asia. |
Uruguay | Yamandú Orsi (Frente Amplio) | Socialdemocracia pragmática | Cerrar acuerdos UE y EFTA; modernizar reglas; mantener unidad del bloque. |
Paraguay | Santiago Peña (Partido Colorado, ala liberal-conservadora) | Conservadurismo liberal, pro-business | Ser puente energético; defender diálogo por encima de ideologías. |
Estados asociados (Bolivia, Chile, etc.) | Diversos | — | Observan el pulso argentino-brasileño para calibrar su inserción futura. |
La coexistencia de un libertarismo antiestatal (Argentina) y un ambientalismo social (Brasil) tensiona todo el ecosistema normativo: desde la política tarifaria hasta la cláusula democrática y los compromisos forestales. Uruguay y Paraguay intentan mediar, menos por afinidad que por conveniencia: para ambos la supervivencia del bloque es condición necesaria para captar inversiones y negociar en mejores términos.
Escenarios ideológicos enfrentados
Mercosur como “jaula gris” (visión Milei)
- Diagnóstico: el bloque impone aranceles y normas sanitarias que restan competitividad; la “solución” es flexibilizar la pertenencia o pasar a un esquema de zona de libre comercio optativa.
- Marco teórico: ordoliberalismo extremo + retórica de soberanía individual; inspiración en la Escuela Austríaca y el “Club Atlas” de think-tanks libertarios.
- Instrumentos propuestos: salida unilateral (“Argentina Exit”), arancel cero a insumos intermedios, adhesión a iniciativa de EE. UU. para cadenas de valor críticas.
Mercosur como barrera solidaria (visión Lula)
- Diagnóstico: en un mundo de guerras arancelarias (EE. UU.–China) y cambio climático, Sudamérica necesita masa crítica para negociar estándares socioambientales y fondos de transición.
- Marco teórico: neodesarrollismo ecomultipolar; fusión de keynesianismo periférico con justicia climática.
- Instrumentos propuestos: nuevo FOCEM verde de USD 10 000 millones financiado con bonos amazónicos; homologación de certificaciones ESG para exportar a Europa y Canadá; polos de hidrógeno azul/verde.
Las dos lógicas no son mutuamente excluyentes en términos económicos, pero sí en la escala de regulación pública y en la noción de “bien común regional”.
Gestos simbólicos: cuando la diplomacia se hace espejo
- Visita de Lula a Cristina Kirchner
La decisión de Lula de visitar a la ex-presidenta argentina bajo arresto domiciliario envió un mensaje de solidaridad entre progresismos judicializados y fue leído en Casa Rosada como “intrusión” en política interna. - Ausencia de relato bilateral Milei–Lula
No hubo reunión privada, y la foto de familia mostró un saludo frío, sin diálogo. Esto contrasta con la norma histórica de la “cocina argentina-brasileña” que suele destrabar impasses comerciales. - Disputa sobre Venezuela
El comunicado final evitó condenar la suspensión de elecciones regionales en Caracas por falta de consenso. Milei exigía mención explícita; Brasil y Uruguay optaron por cláusulas “constructivas”. El resultado fue silencio, prueba de la fragmentación moral del bloque.
Cuatro ejes ideológicos en disputa
Modelo de desarrollo
- Extractivismo flexible (Argentina 2025): prioriza apertura sin condicionalidad ambiental, apuesta al litio y Vaca Muerta.
- Transición justa (Brasil 2025): plantea contener deforestación, generar financiamiento verde y retomar liderazgo amazónico.
Política comercial
- Bilateralismo competitivo vs Multilateralismo defensivo
Milei busca TLC directos con EE. UU.; Lula prioriza cadenas de valor con Asia (ASEAN, India) para no depender de Washington ni Bruselas.
Gobernanza democrática
- Argentina cuestiona la cláusula democrática cuando se usa para “lavar socialismo”, Brasil quiere cláusula ambiental añadida (tipo “Escazú plus”).
- Paraguay reivindica la “ideología cero” —una estrategia de no alineamiento ideológico, pura búsqueda de inversión.
5.4 Relación con actores extra-regionales
- Estados Unidos: percibido por Milei como aliado natural contra el proteccionismo europeo.
- China: Lula, Orsi y Peña ven a Pekín como socio crucial para infraestructura y exportaciones; Milei es ambiguo, prioriza diversificación.
- Europa (UE y EFTA): punto de consenso porque ambos proyectos necesitan acceso a divisas fuertes; aun así, difieren en cuánto condicionar el acuerdo a compromisos climáticos.
Mecanismo | Estado pre-cumbre | Propuesta Milei | Propuesta Lula | Resultante |
Tarifa Externa Común (TEC) | 11 % promedio | Reducción inmediata a 5 % y “ventanas” nacionales | Revisar pero con metas industriales | Se acordó estudio técnico, sin números. |
FOCEM | USD 1 000 millones | Reducir aportes obligatorios | Triplicar y orientarlo a clima | Se pospuso decisión a reunión de ministros de Economía. |
Parlamento del Mercosur (Parlasur) | Funciona sin poder vinculante | Desfinanciar | Fortalecer y dotar de competencia fiscalizadora | Se creó comisión mixta para reforma. |
Ventanas de convergencia pragmática
Paradojas del conflicto: cuanto más opuestos son Milei y Lula, más conscientes se muestran de que la sobrevida política del Mercosur depende de resultados tangibles.
- Acuerdo con la EFTA: ambos lo celebran porque proyecta al bloque al mercado de altos ingresos.
- Acuerdo con la UE: Milei lo necesita para legitimar su gestión exportadora; Lula para reconectar con Bruselas tras la era Bolsonaro.
- Iniciativa de Gasoducto Tri-país (Argentina-Paraguay-Brasil): motor de cooperación energética no ideológico.
Riesgos de desalineamiento
- Efecto contagio: si Milei materializa su “flexibilización” unilateral, Uruguay—históricamente promotor de apertura—podría seguirlo, vaciando de contenido al bloque.
- Fatiga ambiental: sin compromisos firmes, la UE podría congelar ratificación, amputando el principal logro de la era Lula.
- Polarización narrativa: redes sociales amplifican la rivalidad, erosionando percepciones de la opinión pública sobre la utilidad del Mercosur.
Perspectivas para 2025-2026
Variable | Pronóstico (escenario base) | Factor ideológico determinante |
Ratificación EFTA | Alta (4T 2025) | Consenso anticíclico entre derecha mercantil y izquierda pragmática. |
Ratificación UE | Media (1S 2026) | Cláusula climática: dependerá de si Argentina acepta metas de deforestación cero. |
Posible TLC EE. UU.–Argentina | Baja (2026-27) | Requiere salida parcial de la TEC, detonando choque con Brasil. |
Creación Fondo Verde Mercosur | Media-alta | Voluntad de Brasil y Uruguay; depende de disciplina fiscal argentina. |
La coyuntura ideológica del Mercosur se asemeja hoy a una trenza de tres hebras:
- Ultraliberalismo disruptivo que busca romper barreras internas.
- Progresismo ambiental-social que necesita reglas comunes para resistir presiones globales.
- Pragmatismo centrista de Uruguay y Paraguay, decididos a no quedar atrapados entre titanes.
Ese triángulo produce conflicto, pero también innovación institucional: ningún bloque latinoamericano había discutido simultáneamente flexibilización arancelaria, cláusula climática y parlamento reforzado. El resultado inmediato es un Mercosur fragmentado en el plano normativo pero más visible que nunca en la agenda internacional: Europa, Asia y EE. UU. cortejan al bloque porque ven en su crisis la oportunidad de moldear sus reglas.
En última instancia, la disyuntiva real no es “Mercosur sí o no”, sino qué Mercosur. Si la colisión Milei-Lula logra generar mecanismos de cohabitación —por ejemplo, una Tarifa Externa Común escalonada con salvaguardas verdes—, el bloque puede emerger como laboratorio de integración híbrida en la era de la multipolaridad. Si, en cambio, la dimensión ideológica degenera en veto mutuo, Sudamérica corre el riesgo de volver a los minilateralismos de los años 80, renunciando a la única herramienta colectiva de negociación que ha logrado sobrevivir tres décadas.
La cumbre de Buenos Aires no resolvió esa encrucijada, pero la planteó con crudeza. Como admitió el presidente paraguayo: “Nadie espera que se quieran, pero sí que trabajen juntos”. Esa fórmula —cooperación sin afecto— podría ser la única esperanza de un Mercosur que ha dejado de ser homogéneo para volverse, quizá, creativamente plural.
Libertad y democracia en el Mercosur ante la fractura ideológica de 2025
Una cumbre que volvió a politizar el mercado común
Desde 1998 la cláusula democrática del Protocolo de Ushuaia establece que la vigencia de las instituciones representativas es “condición indispensable” para pertenecer al Mercosur y habilita sanciones o suspensión ante rupturas del orden constitucional. El mecanismo fue aplicado a Paraguay en 2012 pero no pudo impedir la erosión institucional en Venezuela ni las controversias electorales bolivianas. La cumbre de Buenos Aires expuso dos problemas crónicos del esquema:
- Falta de actualización temática: la salvaguarda se centra en golpes clásicos, pero carece de herramientas frente a retrocesos graduales (captura judicial, censura selectiva, represión de protestas).
- Politización del veto: los gobiernos tienden a invocar la cláusula según su alineamiento ideológico; el resultado es parálisis, como ocurrió cuando la declaración final evitó condenar la suspensión de elecciones regionales en Venezuela por falta de consenso.
La urgencia de reformar Ushuaia II volvió al centro de la agenda, pero las prioridades antagónicas de Milei (desregular) y Lula (re-escalonar sanciones con cláusulas ambientales) dilatan el debate.
Dos visiones de libertad enfrentadas
El presidente argentino reivindica un libertarismo de mercado: menos Estado, arancel cero sobre insumos y tratados bilaterales “sin corsés ideológicos”. Su discurso en la cumbre denunció la “burocratización que sofoca” al bloque y reiteró que, de no flexibilizarse la Tarifa Externa Común, Argentina evaluará la salida unilateral. Esa narrativa reubica la palabra libertad casi exclusivamente en la esfera económica; los derechos civiles se interpretan como corolario automático del libre mercado, no como resultado de institucionalidad pública.
Sin embargo, organizaciones de derechos humanos han alertado sobre retrocesos en libertades básicas durante los primeros meses de su gobierno: el “Protocolo para el mantenimiento del orden público” fue criticado por criminalizar manifestaciones y HRW denunció un clima hostil hacia periodistas y disidencias sexuales. Paradójicamente, el repliegue del Estado que Milei propone puede aligerar controles políticos, pero también debilitar contrapesos que protegen libertades cuando el mercado por sí solo no lo hace.
Libertad como justicia social y tutela ambiental
Lula enarbola la libertad positiva: capacidad real de las mayorías para acceder a derechos y oportunidades. Su propuesta de un “FOCEM verde” y un sistema de pagos en monedas locales para reducir dependencia financiera implica más Estado continental y estándares socio-ambientales vinculantes. Pero esa agenda convive con gestos que inquietan en términos de republicanismo: la visita de Lula a Cristina Kirchner —condenada por corrupción— fue un acto de solidaridad partidaria que relativiza la separación entre poder político y justicia.
Aquí la libertad se asocia a protección frente al mercado y a emancipación colectiva; la democracia se concibe participativa, pero queda vulnerable a lógicas de impunidad cuando la lealtad partidaria eclipsa la rendición de cuentas.
Polarización y captura del discurso democrático
La confrontación Milei-Lula ha trasladado las categorías “libertad” y “democracia” al terreno de la guerra cultural. Cada liderazgo se erige como defensor auténtico y acusa al otro de disfraz autoritario. Ese juego identitario tiene efectos concretos:
- Fatiga de la democracia deliberativa: los mecanismos de consenso del Mercosur requieren unanimidad; la polarización ralentiza decisiones clave (aranceles, fondos de convergencia), fomentando escepticismo ciudadano sobre la eficacia de las instituciones.
- Exportación del conflicto mediático: la batalla verbal en redes y medios masivos —“idiota dinosaurio”, “ladrón comunista”— devora la agenda técnica. El resultado es menos espacio para debates sustantivos sobre gobernanza digital, derechos de los pueblos indígenas o igualdad de género.
- Riesgo de shopping regulatorio: si Argentina opta por tratados bilaterales paralelos, los Estados con menor peso (Uruguay, Paraguay) pueden quedar atrapados entre dos normas incompatibles, debilitando la uniformidad de estándares democráticos.
Cómo inciden los nuevos acuerdos comerciales en los derechos
El flamante acuerdo Mercosur-EFTA incorpora capítulos de desarrollo sostenible, solución de controversias y compras públicas transparentes. En teoría, estas cláusulas pueden servir como palanca externa para fortalecer el Estado de derecho al exigir trazabilidad ambiental y procesos de licitación abiertos.
No obstante, hay tres tensiones:
- Cláusulas de condicionalidad ambiental: Suiza y Noruega demandan deforestación cero; Brasil muestra voluntad, pero Milei rechaza “moralina verde”. Un eventual incumplimiento puede derivar en sanciones, reviviendo el argumento libertario de que el libre comercio está subordinado a agendas morales “ajenas” y erosionando el consenso regional en torno a la sostenibilidad.
- Resolución de disputas inversor-Estado: los mecanismos ISDS podrían otorgar a grandes corporaciones capacidad de demandar a Estados por regulaciones sanitarias o laborales, tensionando la soberanía democrática si los gobiernos ven limitado su margen regulatorio.
- Competitividad vs. derechos laborales: la apertura acelerada de sectores ineficientes puede golpear empleos sin red de protección; eso alimenta descontento social y populismos extremos que son, a la postre, una amenaza para la democracia.
Libertad de prensa y esfera pública regional
La cumbre sucedió en un contexto de retroceso simultáneo y asimétrico de la libertad de expresión. HRW advierte “obstáculos para el derecho a la protesta” en Argentina la SIP señala nuevas leyes de inteligencia que limitan la prensa en Ecuador —país invitado como observador— Brasil mantiene índices altos de violencia contra periodistas locales.
El Mercosur carece de un protocolo operativo de defensa de la libertad de prensa comparable a la Carta Democrática Interamericana. La ampliación de competencias del Instituto de Políticas Públicas en Derechos Humanos (IPP-DH) es una propuesta sobre la mesa, pero chocará con la desconfianza argentina hacia organismos “politizados”. Sin un mecanismo supranacional robusto, las libertades informativas dependerán del equilibrio interno de cada país, dejando al bloque sin red común cuando un gobierno decida restringir la crítica o la protesta.
Economía política de la democracia regional
El ajuste fiscal de Milei, con recorte de subsidios y apertura cambiaria radical, busca disciplinar la macroeconomía. Pero la evidencia histórica muestra que shocks de austeridad sin amortiguadores sociales pueden deteriorar la gobernabilidad y la confianza en las instituciones. El riesgo es que actores antidemocráticos (militares retirados, sectores corporativos, redes de desinformación) capitalicen la frustración social.
El plan de Lula de financiar un fondo verde de US$ 10 000 millones exige contribuciones proporcionales: Argentina rechaza nuevas erogaciones; Paraguay teme quedar relegado. Si el esquema fracasa, la promesa de una transición justa se vacía y la narrativa de la izquierda pierde credibilidad, abriendo paso a populismos más autoritarios que los actuales.
Institucionalidad mercosureña: ¿antídoto o catalizador?
Las decisiones de la cumbre ilustran una institucionalidad atrapada entre reforma y bloqueo:
- Se creó una comisión para revisar la Tarifa Externa Común, pero sin metas ni calendario.
- La ampliación del FOCEM quedó en suspenso ante la exigencia argentina de auditar “gastos improductivos”.
- El Parlasur ganó una comisión mixta para evaluar competencias fiscalizadoras, pero Milei amenaza recortar su financiamiento.
Con esas piezas, el Mercosur puede derivar hacia un regionalismo bifurcado: un ala de integración profunda (Brasil-Uruguay-Paraguay) y otra de bilateralismo selectivo (Argentina). Esa división restaría densidad institucional al sistema de salvaguardas democráticas.
Balance de riesgos y oportunidades para libertad y democracia
Factor | Potencial de fortalecer libertades | Potencial de erosionarlas |
Acuerdo con la EFTA | Clausulado sobre transparencia y sostenibilidad obliga a mejorar gobernanza. | ISDS y condicionalidades punitivas pueden limitar margen regulador democrático. |
Polarización Milei-Lula | Competencia de ideas expande el debate público. | Deslegitimación mutua mina confianza ciudadana en la deliberación y fomenta desinformación. |
Innovaciones de pago en monedas locales | Reduce dependencia del dólar y amplía soberanía económica. | Sin controles, facilita opacidad financiera y corrupción transfronteriza. |
Reformas laborales/fiscales | Pueden dinamizar economías y reducir captura corporativa del Estado. | Ajuste sin red social alimenta estallidos y populismos autoritarios. |
Modernización del Protocolo Ushuaia | Actualizaría protección frente a autoritarismos blandos. | Parálisis por veto cruzado deja el sistema obsoleto e inoperante. |
Hacia una libertad plural o hacia el espejismo libertario
La cumbre de Buenos Aires mostró que libertad y democracia ya no son conceptos neutrales en el Mercosur: se han convertido en banderas de proyectos políticos opuestos. El libertarismo argentino promete emancipación individual pero minimiza la dimensión social y puede dejar sin garantías a quienes pierdan en la liberalización. El neodesarrollismo brasileño defiende derechos colectivos y la justicia climática, pero coquetea con lealtades partidarias que relativizan la rendición de cuentas.
A la vez, la arquitectura clásica del bloque —Pensada en la década de 1990 como antídoto frente a golpes— no basta para los desafíos de 2025: autoritarismos graduales, captura digital, regresión ambiental. Sin una actualización de la cláusula democrática, la apertura comercial puede convertirse en un atajo para debilitar controles internos.
En este cruce histórico, el Mercosur tiene dos opciones:
- Convertir la fractura ideológica en motor de reformas, forjando reglas que compatibilicen flexibilidad económica con blindajes sociales y ambientales.
- Permitir que la polarización devore la gobernanza común, alimentando una espiral de desconfianza que erosione libertades y abra la puerta a líderes más autoritarios, de izquierda o de derecha.
El dilema, en última instancia, es si la libertad se concibe como un bien rival —la libertad del uno contra la del otro— o como un bien relacional que requiere instituciones fuertes, pluralismo de ideas y reglas compartidas.
Buenos Aires dejó claro que los discursos están sobre la mesa; la democracia regional dependerá ahora de la capacidad de los Estados y la sociedad civil para traducirlos en normas verificables, sanciones creíbles y espacios de deliberación que no sucumban al grito de moda. Si fallan, el Mercosur corre el riesgo de ser recordado no como un trampolín de integración, sino como el experimento donde Sudamérica dejó escapar, al mismo tiempo, su mercado común y su común sentido de lo democrático.