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Transcribimos artículo de Raúl Mayoral sobre los graves peligros que acechan a las Democracias Modernas y a las Libertades Individuales. Este artículo fue publicado en su BLOG y por diario digital EL IMPARCIAL el pasado 16 de octubre.

El hombre de nuestro tiempo, horrorizado por la espantosa crueldad del fascismo y del socialismo real, no toleraría un regreso a la barbarie. Pero podría conformarse con ciertas formas expeditivas de gobierno, siempre y cuando salven la apariencia de democracia. Asistiríamos a una nueva versión del totalitarismo, no tan agresiva y sin brutalidades como aquellas soluciones radicales de naturaleza colectivista del siglo XX, que avasallaron la dignidad del hombre y su libertad, sino una versión de seda, que acabe imponiendo que lo inexplicable se convierta en norma. Esta conformista actitud explica la angustiosa tendencia de Occidente a taparse los ojos ante las nuevas formas de tiranía.

El Evangelio de San Mateo contiene un pasaje acerca de la higuera estéril. Se trata de una metáfora sobre los fariseos, maestros de la ley, que no daban buen fruto a causa de su falta de fe. La enseñanza es que una higuera cubierta de hojas pero sin fruto, tiene la apariencia de vida pero no la vida. Por el contrario, el almendro es el árbol vigilante porque es el primero que florece en primavera. Es como si estuviera de guardia. A las actuales democracias les sucede lo mismo que a la higuera estéril. Resulta que el pluralismo partidista es evidente. El mecanismo de elección de representantes funciona correctamente. El respeto a la minoría está asumido. En suma, la robustez y vitalidad del sistema son buenas en apariencia. Sólo en apariencia. Tras este aspecto formal, de escaparate del edificio democrático, se halla el núcleo esencial de la democracia sobre el que se cierne el riesgo de la desviación totalitaria.

Los primeros síntomas del virus totalitario se manifiestan contra los derechos y libertades, restringiéndose por el poder con signos patentes de tutelaje y abuso. Se atropellan las libertades de expresión, de conciencia, religiosa, de educación… La carcoma totalitaria devora sutil pero severamente el edificio democrático. El intervencionismo estatal se torna hegemónico y mengua el terreno de la sociedad civil. Se dinamita la independencia de los medios de comunicación y del Poder judicial. Paulatinamente se impone el silencio de la opinión pública y se enturbia la transparencia en la gobernación de los asuntos generales. El cerco se cierra mediante la perversión del lenguaje que elabora una realidad emergente con novedosos significados. Es el nuevo caballo de Troya que penetra en las ciudadelas de hogares y aulas preñado de pensamiento débil y políticamente correcto a fin de tapar las verdades objetivas y absolutas. Aun así, lo que se muestra sigue siendo sugerente y fascinador.

Este inquietante proceso se gesta y desarrolla en nombre del progreso y la libertad. Por ello, las sociedades, adormecidas por el opio de una falsa normalidad, sucumben fácilmente al engaño, sin sospechar que mediante apariencias están siendo manipuladas. La gran lucha de nuestro tiempo se está librando contra esa apariencia de democracia que pretende secuestrar la libertad. Los ciudadanos no debiéramos conformarnos con la apariencia, sino aspirar a lo genuino y verdadero. Seamos, pues, como el almendro, un árbol vigilante y en guardia.

VERSION en PORTUGUES

O homem de nosso tempo, horrorizado com a terrível crueldade do fascismo e do socialismo real, não toleraria um retorno à barbárie. Mas poderia se conformar com certas formas expeditas de governo, desde que salvem a aparência de democracia. Testemunharíamos uma nova versão do totalitarismo, não tão agressiva e sem brutalidades como aquelas soluções radicais de natureza coletivista do século XX, que oprimiram a dignidade do homem e sua liberdade, mas uma versão de seda, que acaba impondo que o inexplicável se torne a norma. Essa atitude conformista explica a angustiante tendência do Ocidente de fechar os olhos para as novas formas de tirania.

O Evangelho de São Mateus contém um trecho sobre a figueira estéril. É uma metáfora sobre os fariseus, mestres da lei, que não produziam bons frutos devido à falta de fé. A lição é que uma figueira coberta de folhas, mas sem frutos, tem a aparência de vida, mas não a vida. Em contraste, a amendoeira é a árvore vigilante porque é a primeira a florescer na primavera. Parece estar de guarda. Às democracias atuais acontece o mesmo que à figueira estéril. O pluralismo partidário é evidente. O mecanismo de escolha de representantes funciona corretamente. O respeito pela minoria é assumido. Em resumo, a robustez e vitalidade do sistema são boas na aparência. Apenas na aparência. Por trás dessa fachada, vitrine do edifício democrático, encontra-se o núcleo essencial da democracia, sobre o qual paira o risco da deriva totalitária.

Os primeiros sintomas do vírus totalitário se manifestam contra os direitos e liberdades, restringindo-os pelo poder com sinais evidentes de tutela e abuso. As liberdades de expressão, de consciência, religiosa, de educação são atropeladas… A carcoma totalitária devora sutil, mas severamente, o edifício democrático. O intervencionismo estatal torna-se hegemônico e diminui o espaço da sociedade civil. A independência dos meios de comunicação e do Poder Judiciário é minada. Gradualmente, impõe-se o silêncio da opinião pública e turva-se a transparência na governação dos assuntos gerais. O cerco se fecha pela perversão da linguagem que elabora uma realidade emergente com significados inovadores. É o novo cavalo de Troia que penetra nas cidadelas de lares e salas de aula grávido de pensamento fraco e politicamente correto para encobrir as verdades objetivas e absolutas. Ainda assim, o que é mostrado continua sendo sugestivo e fascinante.

Esse processo inquietante se gesta e se desenvolve em nome do progresso e da liberdade. Portanto, as sociedades, entorpecidas pelo ópio de uma falsa normalidade, sucumbem facilmente à ilusão, sem suspeitar que estão sendo manipuladas por aparências. A grande luta de nosso tempo está sendo travada contra essa aparência de democracia que tenta sequestrar a liberdade. Os cidadãos não deveriam se contentar com a aparência, mas aspirar ao genuíno e verdadeiro. Sejamos, portanto, como a amendoeira, uma árvore vigilante e em guarda.

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