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José Antonio Marina (Toledo, 1939) es uno de los filósofos, ensayistas y educadores más reconocidos en el ámbito hispanohablante. Estudió Filosofía y Letras en la Universidad Complutense de Madrid, y durante varias décadas fue catedrático de Filosofía en enseñanza secundaria, compaginando su labor docente con la investigación y la divulgación.

Marina es conocido por su enfoque interdisciplinario que combina filosofía, psicología, pedagogía y neurociencia, y por su defensa de la inteligencia práctica y ética. A lo largo de su carrera ha reflexionado sobre la creatividad, la inteligencia, la educación y la ética, abordando temas contemporáneos con claridad y profundidad.

Ha recibido numerosos premios y reconocimientos, como el Premio Anagrama de Ensayo y el Premio Nacional de Ensayo. Además, ha colaborado con instituciones educativas y ha impulsado proyectos para mejorar la calidad de la enseñanza, como la Universidad de Padres, un innovador proyecto educativo para familias.

Su relación con la Humanidad, la Inhumanidad, la Libertad, la Democracia y las Nuevas Tecnologías

Reconocido por su capacidad para integrar la filosofía, la psicología y la pedagogía, Marina ha dedicado buena parte de su obra a analizar cómo la inteligencia humana puede generar tanto progreso como destrucción.

En sus libros “Biografía de la Humanidad” y “Biografía de la Inhumanidad”, el autor realiza un ambicioso recorrido por la historia de la especie humana. En el primero, destaca los logros colectivos y las capacidades que nos han permitido avanzar: la cooperación, la transmisión cultural y el desarrollo de ideas e instituciones que han forjado civilizaciones. En el segundo, sin embargo, aborda la cara más oscura de la humanidad: la violencia, la crueldad y las formas de dominación que han marcado también nuestro pasado.

La misma inteligencia que crea arte, ciencia y convivencia también es capaz de justificar y perpetrar la violencia más brutal. Para él, el gran reto de la humanidad es reconocer esta ambivalencia, fortalecer la reflexión ética y cultivar la responsabilidad cívica para evitar repetir los horrores de la historia. Así, sus obras no solo son relatos de lo que hemos sido, sino también un llamado a ser conscientes de nuestros límites y a comprometernos con la construcción de sociedades más justas y libres.

El pensamiento crítico es fundamental para fortalecer la ciudadanía y la democracia.

La libertad y la democracia son logros fundamentales de la civilización.

Reconoce que el desarrollo de sistemas democráticos ha sido esencial para garantizar la pluralidad de voces, el respeto a los derechos fundamentales y la creatividad colectiva.

La Democracia se presenta como el espacio natural para el florecimiento del pensamiento crítico y de la inteligencia colectiva, permitiendo que las sociedades evolucionen sin depender del poder absoluto de unos pocos.

Sus textos dialogan indirectamente con el impacto de las nuevas tecnologías en esta evolución. Aunque el libro se enfoca más en la historia de largo plazo, ofrece una invitación implícita a considerar cómo la tecnología —como extensión de nuestra inteligencia— ha sido tanto motor de progreso como herramienta de dominación. Las tecnologías actuales, como la inteligencia artificial y las redes sociales, continúan ese dilema: pueden fortalecer la democracia y la libertad si se usan con responsabilidad, o pueden amplificar las desigualdades y la manipulación si se subordinan a intereses autoritarios.

Fenómenos como las guerras, los genocidios, la tortura y la esclavitud, y los sitúa en el marco de la inteligencia humana. Para Marina, la inhumanidad no es ajena a la inteligencia: es precisamente la inteligencia, desprovista de ética, la que puede justificar y planificar los actos más brutales.

Advierte que la democracia y la libertad, lejos de estar aseguradas, son conquistas que exigen vigilancia constante y una cultura de autocrítica y responsabilidad. El pensamiento crítico, la deliberación pública y la protección de las libertades básicas son pilares que sostienen la civilización frente a sus impulsos más oscuros.

Marina señala que la inhumanidad es también resultado de la pereza argumental, del desprecio a la reflexión y del olvido de que las ideas tienen consecuencias reales en la vida de las personas.

En este sentido, el papel de las nuevas tecnologías cobra una relevancia especial: en la era de la inmediatez, los mensajes cortos y los algoritmos que priorizan el espectáculo por sobre la verdad, la tentación de la manipulación y la desinformación crece exponencialmente. Marina no lo aborda directamente en estos libros, pero su análisis de la inhumanidad nos lleva a preguntarnos cómo podemos fortalecer la libertad y la democracia en un mundo donde las herramientas tecnológicas pueden amplificar tanto el conocimiento como el odio.

Sus obras, constituyen un llamado urgente a la reflexión y a la acción. Nos recuerdan que la historia de la humanidad es una narrativa de luces y sombras, de avances y retrocesos, y que el gran reto contemporáneo es proteger la libertad y la democracia frente a las fuerzas que buscan erosionarlas.

La educación, la cultura crítica y la conciencia ética son las claves para que la inteligencia humana no solo sea capaz de crear belleza y conocimiento, sino también de rechazar la violencia y la inhumanidad.

La historia de la humanidad es un relato fascinante y contradictorio: en ella coexisten la creatividad y la destrucción, la solidaridad y la opresión, la búsqueda de la verdad y la manipulación.

Pensar críticamente sobre nuestra responsabilidad colectiva en la construcción de sociedades justas y libres. En un contexto marcado por la revolución tecnológica y la crisis de la argumentación, esta llamada a la reflexión se vuelve más pertinente que nunca.

La cooperación, la transmisión cultural y la creatividad son los pilares que sostienen la civilización. A través de los grandes hitos —el surgimiento de la agricultura, la invención de la escritura, el nacimiento de las religiones y las revoluciones científicas— se demuestra cómo la humanidad ha sido capaz de superar los límites de su biología y construir comunidades cada vez más complejas.

Asimismo este autor juega con el balance humanidad e inhumanidad  y se revela demostrando que es parte de  historia de la inhumanidad: guerras, genocidios, torturas y esclavitud,  acompañaron y contribuyeron al progreso material y cultural, recordándonos que el poder de las ideas no siempre se dirige hacia el bien común.

El respeto a las opiniones y la crisis de la argumentación

El video de presentación de este artículo, muestra uno de los temas recurrentes en el pensamiento de Marina es la necesidad de distinguir entre el respeto a la libertad de expresión y el respeto a las opiniones en sí mismas.

En su intervención Marina lo expresa con claridad: “No, lo que es respetable es el derecho a exponer tu opinión sin que haya una inquisición. Pero la respetabilidad de las opiniones depende del contenido de las opiniones”.

Este planteamiento es especialmente relevante en un mundo donde la relativización de la verdad y la saturación informativa parecen erosionar la confianza en el discurso racional. Marina sostiene que no todas las opiniones son respetables: algunas son estúpidas, injustas o racistas. El respeto no se extiende automáticamente al contenido de las opiniones, sino que debe ganarse a través de la argumentación y la búsqueda honesta de la verdad.

Esta distinción entre el derecho a opinar y el valor de las opiniones es crucial para el funcionamiento de la democracia. Una sociedad democrática no puede prosperar si se resigna a la indiferencia frente a la mentira o la manipulación. La libertad de expresión no implica la obligación de tomar en serio toda opinión, sino la de garantizar el espacio para que se exprese, y luego exigir que las ideas se sometan a la crítica y al debate público.

La pereza argumental y la cultura digital

La reflexión de Marina adquiere especial urgencia en el contexto contemporáneo, donde las nuevas tecnologías están transformando de manera radical la forma en que las personas se informan, debaten y participan en la vida pública. Las redes sociales, los algoritmos de recomendación y los formatos de comunicación ultracortos privilegian la inmediatez y la emoción por encima de la reflexión. La “pereza argumental” que denuncia Marina se ve alimentada por plataformas que premian el impacto momentáneo y castigan la complejidad.

Esta cultura de la inmediatez tiene consecuencias profundas: debilita la capacidad de la ciudadanía para sostener debates informados, y facilita la difusión de discursos extremistas y manipuladores. Cuando los argumentos se sustituyen por consignas emocionales y los matices se pierden en la velocidad de la viralidad, la democracia se convierte en un terreno fértil para la desinformación y el odio.

Aunque Biografía de la Humanidad y Biografía de la Inhumanidad no se centran explícitamente en el impacto de las nuevas tecnologías, su diagnóstico sobre la fragilidad de la inteligencia ética y la necesidad de una cultura crítica nos ofrece herramientas para pensar estos desafíos. Marina nos recuerda que la inteligencia puede ser usada para construir civilización o para justificar la barbarie, y que el uso responsable de las herramientas digitales es una responsabilidad ética y cívica.

Libertad, Democracia y el poder de las ideas

La defensa de la libertad y la democracia está en el centro de las preocupaciones de Marina. Para él, la democracia no es solo un sistema político, sino una forma de inteligencia colectiva que exige deliberación, respeto y autocrítica. La libertad no es únicamente el derecho a expresar opiniones, sino también la obligación de argumentar y de escuchar con apertura.

En este sentido, la democracia es inseparable de la cultura del debate y la educación ciudadana. Marina subraya que la inhumanidad surge precisamente cuando se abdica del pensamiento crítico y se cede al dogmatismo o a la manipulación. El silencio o la indiferencia frente a la injusticia son formas de complicidad: la inhumanidad prospera cuando la inteligencia se somete a la servidumbre de la propaganda y el poder.

El reto contemporáneo es, entonces, fortalecer la ética de la argumentación y el compromiso con la verdad como condiciones necesarias para la convivencia democrática. Esto implica no solo resistir la manipulación y la simplificación mediática, sino también cultivar la curiosidad intelectual y el sentido de responsabilidad hacia el bien común.

Las reflexiones del Prof. Marina resuenan con especial fuerza en un momento histórico donde la tecnología amplifica tanto el conocimiento como el odio. Las redes sociales y la inteligencia artificial tienen un potencial inmenso para enriquecer el debate público, pero también para distorsionarlo y convertirlo en un campo de batalla polarizado.

Describe en sus libros es una advertencia y una esperanza: la humanidad ha demostrado una capacidad inigualable para crear belleza, justicia y solidaridad, pero también para infligir sufrimiento y desigualdad. La inteligencia, como fuerza ambivalente, puede inclinarse hacia uno u otro lado según los valores y principios que guíen su ejercicio.

Defender la libertad y la democracia en la era digital exige más que nunca una ciudadanía crítica, capaz de distinguir entre la verdad y la mentira, entre el argumento y la consigna, entre la justicia y la propaganda. Implica reconocer que la democracia no es un hecho consumado, sino una construcción colectiva que depende de la vigilancia constante y de la disposición a escuchar y a aprender.

En LIBERTAS, compartimos la visión del Profesor don José Antonio Marina en cuanto a la  defensa de la democracia y la libertad depende de nuestra capacidad para resistir la banalización de las ideas y para reivindicar el valor de la argumentación y la responsabilidad cívica. La libertad y la democracia no son dádivas eternas, sino conquistas frágiles que debemos renovar cada día con nuestro compromiso y nuestra inteligencia compartida.

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