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Por Castor

Cuando sembramos trigo candeal tenemos la esperanza de cosechar un pan blanco, delicioso.

No esperamos la cizaña en el sembrado, ni el cornezuelo estropeando la miga.

Así son las serendipias, los hallazgos fortuitos, lo inesperado de la fortuna próspera o adversa, en un proceso que puede, eventualmente, tener una contracorriente.

El Frente Amplio ha buscado resquicios para dinamitar proyectos libertarios, sensu lato, y explorando con lentes de aumento, el intestino de la coalición ha descubierto pólipos que pueden exacerbar un cáncer letal.

En esos descubrimientos, a su vez, surgen elementos exóticos, que pueden comprometer visceralmente otras partes del organismo.

Y, por desgracia, las serendipias le son algunas aliadas.

Un evento aleatorio les sirve para ejemplificar contra un artículo X de la LUC.

No estaba en sus cálculos, pero les sirve de manera tentacular para establecer la malla fina de una red, en la que los hilos enlazan factores sin puntos de contacto, compactándolos en una falacia cada vez mayor, más texturada, de quiebre difícil.

Las serendipias les son, algunas, aliadas, y se multiplican en el marco de esa inquisición omnipresente y plantan su fortaleza real o imaginaria, atizando emociones, para conseguir el propósito de socavar al adversario.

Esperemos que los manes de Walpole traigan como bolsas de oro, algunas serendipias felices para desprestigiar la cultura marxista.

Esperemos que cuando se plebiscite la consciencia uruguaya, salgan, de carambola, las serendipias atroces de compatriotas que anhelan un rasero totalitario hasta en el mínimo albedrío de nuestra individualidad.

De ese modo podríamos esperar que al final de éste primer tiempo de nuestra República en recuperación, se separen pocas serendipias, perdidosas y aparte, para beneficio del trigo limpio de nuestra democracia

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