IN MEMORIAM

“La literatura ha sido, la herramienta esencial para entender el mundo, más allá de las ideologías”.
Mario Vargas Llosa es una de las figuras más influyentes de la literatura hispanoamericana y mundial. Su obra se caracteriza por un equilibrio entre la experimentación literaria, la narración realista y un constante compromiso político e intelectual. Este ensayo recorre su vida, sus principales novelas y su influencia en la literatura contemporánea, así como sus posturas ideológicas, que lo convierten en un personaje tan complejo como fascinante.
Cuando se habla del «Boom latinoamericano», es imposible no mencionar a Mario Vargas Llosa. Su nombre aparece junto al de Gabriel García Márquez, Julio Cortázar y Carlos Fuentes, pero su trayectoria destaca por una evolución constante, tanto en estilo como en pensamiento. Este ensayo busca ofrecer un recorrido por su vida y obra, destacando su impacto en la literatura y en el pensamiento político contemporáneo. Más allá del Nobel de Literatura que recibió en 2010, Vargas Llosa ha sido un cronista lúcido de los dramas humanos, las tensiones del poder y las contradicciones de la libertad.
1. Primeros años: entre Perú y la vocación literaria
Jorge Mario Pedro Vargas Llosa nació en Arequipa, Perú, el 28 de marzo de 1936. Sus primeros años estuvieron marcados por la ausencia de su padre, quien reaparecería cuando el joven Mario tenía 10 años. Este reencuentro influiría profundamente en su vida emocional y en su literatura, donde la figura paterna suele adquirir tintes autoritarios.
Vargas Llosa pasó parte de su infancia en Bolivia y luego regresó a Perú. A los catorce años fue inscrito en el Colegio Militar Leoncio Prado de Lima, experiencia que más tarde inspiraría su primera novela, La ciudad y los perros (1963). Esta etapa lo marcó profundamente: no solo le brindó el material para su literatura inicial, sino que también consolidó su vocación de escritor, a pesar de la oposición familiar.
Estudió Letras y Derecho en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, donde también se inició en el periodismo y en la militancia política, simpatizando inicialmente con ideas de izquierda. Posteriormente viajó a España y se doctoró en Filosofía y Letras por la Universidad Complutense de Madrid.
2. El estallido literario: del realismo crítico a la experimentación
La publicación de La ciudad y los perros en 1963 supuso una verdadera revolución literaria. La novela fue galardonada con el Premio Biblioteca Breve y el Premio de la Crítica. Su estilo narrativo fragmentado, el uso del monólogo interior y su cruda visión del sistema militar marcaron un punto de inflexión en la narrativa hispanoamericana.
Tres años después, La casa verde (1966) confirmó su talento con una estructura aún más compleja y ambiciosa. En esta novela, ambientada en Piura y en la Amazonía, explora la corrupción, la marginalidad y el deseo, construyendo una historia coral de gran riqueza estilística.
Durante esta etapa, Vargas Llosa exploró las posibilidades formales del lenguaje narrativo con novelas como Conversación en La Catedral (1969), considerada por muchos su obra maestra. A través de un largo diálogo entre dos personajes, reconstruye la historia reciente del Perú, sus dictaduras, y el desencanto político e intelectual.
Estas obras consolidaron su lugar en el Boom latinoamericano, junto a otros escritores que también renovaban el panorama de la narrativa en español, influenciados tanto por el modernismo europeo como por la tradición latinoamericana.
3. Entre la novela histórica y el compromiso político
En los años setenta y ochenta, Vargas Llosa comenzó a interesarse por temas históricos y políticos desde una nueva perspectiva. Aunque su literatura nunca dejó de lado el compromiso social, es en esta etapa donde lo combina con una mirada más crítica a los discursos totalitarios.
Obras como La guerra del fin del mundo (1981) muestran este giro. Basada en un episodio real del Brasil del siglo XIX —la guerra de Canudos—, la novela se erige como una reflexión sobre el fanatismo, la violencia y la relación entre poder y religión. Es, también, una crítica indirecta a los totalitarismos, incluidos los de izquierda, de los que él mismo se estaba alejando.
A lo largo de los años, Vargas Llosa fue evolucionando hacia posturas liberales clásicas, inspiradas en pensadores como Karl Popper, Isaiah Berlin o Friedrich Hayek. Esta transformación ideológica lo llevó incluso a postularse como candidato a la presidencia del Perú en 1990, en una campaña marcada por su enfrentamiento con el entonces desconocido Alberto Fujimori, quien resultó vencedor.
4. El Nobel de Literatura y la consagración global
El 7 de octubre de 2010, la Academia Sueca otorgó a Mario Vargas Llosa el Premio Nobel de Literatura «por su cartografía de las estructuras del poder y sus imágenes mordaces de la resistencia individual, la rebelión y la derrota». Este reconocimiento fue el punto culminante de una carrera literaria de más de cinco décadas.
El Nobel no solo fue un premio a la calidad de su narrativa, sino también a su labor como intelectual público. A diferencia de muchos escritores que se apartan de los debates de actualidad, Vargas Llosa ha estado presente en múltiples controversias, defendiendo sus ideas con convicción, aunque no sin despertar críticas.
Obras como El sueño del celta (2010), sobre el diplomático y activista irlandés Roger Casement, o Tiempos recios (2019), ambientada en la Guatemala de los años cincuenta, muestran que su narrativa histórica y política sigue vigente, capaz de reinterpretar el pasado para hablar del presente.
5. La política como eje narrativo y ético
La política ha sido, sin duda, uno de los ejes centrales de la obra de Vargas Llosa. No solo como tema de sus novelas, sino como campo de acción. El escritor ha reflexionado constantemente sobre la libertad, el autoritarismo, la democracia y el papel del individuo en la historia.
En sus ensayos y artículos periodísticos, recopilados en volúmenes como Contra viento y marea o La llamada de la tribu, ha defendido la libertad de expresión, el liberalismo económico y político, y ha sido crítico con los populismos de izquierda y derecha.
Esta faceta de intelectual comprometido no ha estado exenta de controversia. Muchos lo acusan de haber abandonado sus raíces progresistas, otros celebran su coherencia liberal. Lo cierto es que Vargas Llosa no ha sido indiferente: ha buscado intervenir en la realidad desde la palabra, lo cual lo vincula con una larga tradición de escritores comprometidos.
6. Estilo y legado
El estilo de Mario Vargas Llosa combina lo mejor de la tradición realista con una constante experimentación formal. Ha dominado la estructura del tiempo narrativo, el uso de múltiples perspectivas y la inclusión de elementos históricos sin perder el ritmo narrativo.
Su legado literario incluye más de 20 novelas, decenas de cuentos, ensayos, obras de teatro y miles de artículos. Ha influido a generaciones de escritores no solo por su maestría narrativa, sino también por su defensa del oficio del escritor como un trabajo riguroso, artesanal y profundamente ético.
Además, su vida personal —sus matrimonios, su vida en Europa, sus controversias públicas— ha contribuido a construir una figura mediática, aunque él insiste en separar la vida privada del valor literario.
Mario Vargas Llosa es, sin duda, uno de los grandes escritores de nuestro tiempo. Su vida y su obra han estado atravesadas por una permanente búsqueda de sentido, ya sea a través de la ficción o del pensamiento político. Ha retratado con maestría la violencia del poder, las pasiones humanas, los laberintos del deseo y las paradojas de la libertad.
Aunque polémico, su figura es indispensable para comprender no solo la literatura del siglo XX y XXI, sino también las tensiones entre arte, política y sociedad. Vargas Llosa es un autor que nos obliga a pensar, a leer con atención y a no conformarnos con respuestas fáciles. Su obra, vasta y diversa, seguirá siendo objeto de estudio, admiración y debate por muchos años más.
Perfil político ideológico – arquitecto de un liberalismo humanista
La figura de Mario Vargas Llosa excede largamente el ámbito de la literatura. Reconocido como uno de los más grandes narradores en lengua española del siglo XX, su carrera ha estado marcada por un compromiso sostenido con la política y la vida pública. A diferencia de otros escritores que han preferido la distancia reflexiva del artista, Vargas Llosa se ha proyectado como un intelectual combativo, dispuesto a intervenir en los debates más candentes de su época. Su perfil político es uno de los más complejos, polémicos y evolutivos del panorama cultural latinoamericano: comenzó como un joven marxista entusiasta de la Revolución Cubana, se convirtió en opositor del autoritarismo comunista, adoptó luego las banderas del liberalismo clásico, y finalmente participó de manera activa en la política electoral peruana, llegando a postularse a la presidencia en 1990. Este ensayo analiza las etapas, fundamentos y tensiones de su perfil político, así como el legado que ha construido en el cruce entre literatura, ideología y acción pública.
En sus primeros años como estudiante y joven escritor, Mario Vargas Llosa se identificó con la izquierda latinoamericana. En la Lima de los años 50, estudió Derecho y Literatura en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, un entorno fértil en debates ideológicos. Allí conoció el marxismo y participó en actividades vinculadas con la reforma universitaria y los movimientos antiimperialistas. Su compromiso no era meramente teórico: creía en la posibilidad de transformar la realidad mediante la acción política, y la Revolución Cubana de 1959 lo entusiasmó profundamente.
Durante esa época, Vargas Llosa compartió con muchos otros intelectuales latinoamericanos la esperanza de que Cuba sería el primer eslabón de una cadena revolucionaria que liberaría a América Latina de la pobreza, el autoritarismo y la dependencia. En sus crónicas y ensayos de juventud, como los recopilados en Contra viento y marea, se percibe un tono combativo, de adhesión moral a las causas populares. Su literatura, aunque no ideológica en el sentido panfletario, transmitía una mirada crítica sobre las estructuras de poder: la escuela militar en La ciudad y los perros, la dictadura de Odría en Conversación en La Catedral, el poder marginal en La casa verde. El compromiso político era inseparable de su trabajo intelectual.
El giro en la postura política de Vargas Llosa comenzó a mediados de los años 70, con la decepción ante el rumbo autoritario que tomaba el régimen de Fidel Castro. El punto de inflexión fue el caso Padilla en 1971: la detención del poeta cubano Heberto Padilla, acusado de contrarrevolución, generó una oleada de protestas en el mundo intelectual. Vargas Llosa firmó una carta pública junto con otros escritores como Octavio Paz, Susan Sontag y Jean-Paul Sartre, exigiendo respeto a la libertad de expresión.
Esta desilusión marcó el inicio de una revisión profunda de sus creencias. Vargas Llosa empezó a distanciarse de los dogmas revolucionarios y a interesarse por el pensamiento liberal clásico. En sus memorias y ensayos, ha relatado cómo comenzó a leer con creciente entusiasmo a Karl Popper, Friedrich Hayek, Raymond Aron e Isaiah Berlin. Fue adoptando una defensa explícita de la democracia liberal, los derechos individuales, el pluralismo político y el libre mercado como bases no solo de una sociedad justa, sino de una cultura que respetara la diversidad de opiniones.
Lo que diferencia a Vargas Llosa de muchos conversos políticos es que su viraje no fue brusco ni simplista: no se transformó en un liberal dogmático, sino que mantuvo una actitud crítica, profundamente influenciada por su experiencia como escritor. Su liberalismo es más bien humanista: cree en el individuo como ser moral autónomo, en la importancia de la cultura como vehículo de emancipación, y en la tolerancia como virtud política.
La candidatura presidencial.
El momento más visible y decisivo de su carrera política fue su candidatura a la presidencia del Perú en 1990. En respuesta al intento del presidente Alan García de nacionalizar la banca, Vargas Llosa fundó el movimiento Libertad, y posteriormente encabezó la coalición Frente Democrático (FREDEMO), que agrupaba a partidos de centro-derecha. Su programa proponía una modernización estructural del Estado peruano: apertura comercial, liberalización de la economía, fortalecimiento de las instituciones democráticas y lucha contra la inflación.
Su campaña estuvo marcada por una defensa firme de las ideas liberales, pero también por una serie de errores estratégicos. A pesar de su prestigio intelectual, Vargas Llosa no logró conectar emocionalmente con los sectores populares. Su estilo culto, europeo y su lenguaje técnico contrastaban con la figura emergente de Alberto Fujimori, un outsider que prometía soluciones pragmáticas y se mostraba cercano al pueblo. La elección terminó en una dura derrota en segunda vuelta.
Esa experiencia dejó una marca en su visión de la política. Vargas Llosa reconoció que había subestimado la dimensión simbólica y emocional del poder.
En retrospectiva, ha sostenido que el liberalismo, aunque correcto en sus principios, no siempre tiene la capacidad de movilizar el afecto de las masas frente al populismo. Sin embargo, su participación en la campaña presidencial consolidó su lugar como un actor político legítimo, dispuesto a jugarse por sus ideas en el terreno concreto de la política electoral.
Mario Vargas Llosa ha construido un perfil político que combina el coraje del escritor con el compromiso del ciudadano. Su evolución ideológica, lejos de ser una traición, es una muestra de su honestidad intelectual: ha sabido cambiar de ideas sin renunciar a sus valores esenciales. Su defensa del liberalismo, entendida como una ética de la libertad, no ha sido abstracta, sino encarnada en una obra literaria y ensayística que invita a pensar, a disentir, a imaginar.
En tiempos de polarización y dogmatismo, su figura representa una voz crítica e incómoda, que recuerda que la política no puede separarse de la cultura, ni la libertad de la responsabilidad. Vargas Llosa ha demostrado que un escritor puede —y debe— intervenir en el mundo, no para imponer una verdad, sino para defender el derecho de todos a buscarla.
Fundamentos ideológicos del liberalismo humanista de Mario Vargas Llosa
La libertad individual como valor supremo
Vargas Llosa considera que la libertad individual es la piedra angular de toda sociedad democrática y justa. Influido por pensadores como John Stuart Mill, Isaiah Berlin y Karl Popper, sostiene que sin libertad de pensamiento, de expresión, de elección y de creación, no hay posibilidad de desarrollo personal ni colectivo.
Para él, la libertad es tanto política como cultural: defiende el derecho del individuo a disentir, a imaginar, a vivir como elija, sin imposiciones del Estado ni de la “tribu”. Esta idea es recurrente tanto en sus ensayos como en sus novelas, donde los personajes suelen enfrentarse a sistemas que buscan anularlos.
El liberalismo de Mario Vargas Llosa no es un sistema económico, ni un dogma político, sino una filosofía de la libertad basada en la cultura, el respeto y la pluralidad. Es humanista porque pone al ser humano —no a la nación, la clase o el partido— en el centro. Es liberal porque rechaza toda forma de imposición sobre la conciencia individual. Y es activo, porque invita al compromiso con la defensa de la democracia y la verdad, incluso en tiempos difíciles.
Vargas Llosa entiende la democracia no como un simple mecanismo electoral, sino como un sistema institucional que garantiza derechos individuales, pluralismo político y separación de poderes. Critica fuertemente a las “democracias iliberales” o populistas que usan las elecciones para concentrar el poder.
Para él, el Estado debe ser limitado pero eficiente, garantizar servicios básicos, justicia, y permitir el juego libre de las ideas y del mercado. Condena tanto el autoritarismo de izquierda (como en Cuba, Venezuela o Nicaragua) como el de derecha, y alerta contra el caudillismo que debilita las instituciones.
Aunque defiende el libre mercado como motor de desarrollo, Vargas Llosa no es un neoliberal ortodoxo. Sostiene que la economía de mercado ha demostrado ser más eficaz que el colectivismo para reducir la pobreza y generar oportunidades, pero insiste en que debe estar regulada por un marco legal que evite abusos, monopolios y desigualdades extremas.
Su liberalismo es pragmático y humanista: el mercado debe servir a las personas, no al revés. Por eso, admite la necesidad de políticas públicas que garanticen acceso a la educación, la salud y la cultura.
Uno de los pilares más importantes de su pensamiento es la convicción de que la cultura y la educación son fundamentales para la formación de ciudadanos libres y críticos. Cree que el liberalismo no puede sobrevivir si las personas no tienen herramientas intelectuales para comprender el mundo, ejercer su autonomía y resistir el adoctrinamiento.
Vargas Llosa ve la literatura como un espacio de libertad imaginativa que permite al lector ponerse en el lugar del otro, entender realidades distintas y desarrollar sensibilidad ética. Por eso, considera que la defensa de la cultura es también una defensa de la democracia.
El liberalismo de Vargas Llosa se opone firmemente al colectivismo identitario, al nacionalismo excluyente, al tribalismo ideológico o religioso. Cree que la identidad no debe estar impuesta por el grupo o el Estado, sino elegida libremente por cada individuo. Este principio lo lleva a criticar tanto el indigenismo esencialista como el racismo, el sexismo o cualquier forma de fanatismo.
También se muestra escéptico ante las ideologías que dividen el mundo entre “nosotros” y “ellos”, que cancelan el disenso o que convierten la política en guerra moral.
Un rasgo distintivo de su liberalismo es el rechazo a las ideologías cerradas y a las utopías redentoras. Siguiendo a Popper, Vargas Llosa cree que todas las sociedades son perfectibles pero ninguna es perfecta, y que el pensamiento político debe basarse en la duda, la crítica constante y el respeto al otro.
Esto se traduce en una postura ética: el liberalismo como una actitud abierta, antidogmática, que valora el diálogo, el disenso y la imperfección como parte de la condición humana.
El liberalismo humanista de Vargas Llosa apuesta por una visión del ser humano como sujeto moral autónomo. Cree que cada persona tiene el derecho —y el deber— de construir su vida de acuerdo a sus propias convicciones, siempre que respete los derechos de los demás. Esta ética individualista no es egoísta, sino solidaria: confía en la capacidad de las personas para convivir en libertad y responsabilidad.

Declaración de LIBERTAS ante el fallecimiento de Mario Vargas Llosa
Con profundo pesar, desde LIBERTAS lamentamos el fallecimiento de Mario Vargas Llosa, uno de los más grandes escritores e intelectuales de nuestro tiempo, y una de las voces más firmes y lúcidas en defensa de la democracia, el pluralismo y el desarrollo libre de las personas.
A lo largo de su vida, Vargas Llosa no solo nos regaló una obra literaria monumental, sino que asumió con valentía el desafío de intervenir en la vida pública con ideas, con coraje y con convicción.
Su compromiso con la libertad —entendida como valor ético, político y cultural— fue inquebrantable. Desde su juventud marcada por el fervor revolucionario, hasta su madurez liberal, cultivó una trayectoria intelectual honesta, crítica y abierta, que jamás se dejó capturar por dogmas ni por silencios complacientes.
Su defensa de la democracia liberal, de los derechos individuales, del Estado de derecho y de la cultura como motor de emancipación personal y colectiva, lo convirtieron en un referente para generaciones enteras en América Latina y el mundo.
Vargas Llosa no temió incomodar ni disentir. Supo decir “no” a los autoritarismos de izquierda y de derecha, y a toda forma de pensamiento único que buscara silenciar la diversidad y el disenso.
Hoy despedimos a un hombre que creyó, hasta el final, en el poder de las ideas para transformar el mundo. Su legado nos interpela y nos inspira: a pensar con libertad, a escribir con integridad, a vivir con responsabilidad cívica.
Desde LIBERTAS, honramos su memoria y reafirmamos nuestro compromiso con los principios que él defendió con la palabra, con la pluma y con la vida.
Mario Vargas Llosa vive en sus libros, en sus ideas y en todos aquellos que seguimos creyendo que la libertad es el más alto valor de la condición humana.