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Estas entrevistas fueron realizadas por INFOBAE y FINANCIAL TIMES
Yuval Harari: “Las decisiones que tomemos tendrán un impacto durante años y décadas y reconfigurarán el planeta”
El filósofo, historiador y escritor israelí reflexionó sobre los efectos de la pandemia de coronavirus, la nueva distribución del poder entre los países y el futuro mercado laboral, entre otros temas

PorPablo Duer15 de Abril de 2020Yuval Harari (Nicolás Stulberg)Yuval Harari (Nicolás Stulberg)

Yuval Noah Harari no es solo un historiador israelí de 44 años. Tampoco es solo un filósofo, un profesor o un reconocido escritor. Es uno de los pensadores más destacados del siglo XXI y sus opiniones han influido a algunos de los líderes mundiales más importantes. Barack Obama, Bill Gates, Emmanuel Macron, Mark Zuckerberg Angela Merkel están en la lista de quienes le han consultado o expresado su admiración por su análisis de la sociedad.

Sus opiniones, difundidas en su exitosa trilogía Sapiens: De animales a diosesHomo Deus: Breve historia del mañana y 21 lecciones para el siglo XXI, abarcan desde los temas más globales, como por qué los humanos dominamos el mundo, hasta los más específicos, como el impacto de algoritmos computacionales en nuestro futuro.

Tras repasar, literalmente, toda la historia de la humanidad en Sapiens, publicado en 2014 y que vendió más de 13 millones de copias, en la actualidad se dedica al análisis del presente y, sobre todo, del futuro.

Los peligros de la injerencia de estados y corporaciones en la esfera privada a través de la tecnología, el futuro del empleo, un sistema de renta básica universal y las posibles consecuencias de la ingeniería genética en la desigualdad son algunos de los temas sobre los que conversó desde su residencia en el moshav Mesilat Zion (entre Tel Aviv y Jerusalén), donde asegura estar trabajando “más que nunca antes” a causa de la pandemia.

– ¿Cuáles serán los efectos más importantes de la crisis del coronavirus?

– Creo que es importante entender que estamos reescribiendo las reglas del juego. Del juego económico y político, todo está en juego. Estamos presenciando muchos experimentos en millones de personas, como en Estados Unidos, que va a implementar la renta básica universal dando dinero a todos sus ciudadanos durante la crisis. Ya se pensó en eso antes pero nadie lo hizo a esta escala y no sabemos cuáles serán las consecuencias. Subrayaría dos elementos principales: primero, que no hay nada predeterminado en la manera de lidiar con esta crisis y que hay muchas opciones, no una sola y, segundo, que las decisiones que tomemos tendrán un impacto durante años y décadas y reconfigurarán el planeta. Mi principal preocupación es que, debido a consideraciones cortoplacistas, la gente tome decisiones equivocadas como, por ejemplo, lidiar con la crisis implantando regímenes autoritarios o incluso totalitarios, en lugar de empoderar a los ciudadanos. O que países opten por el aislacionismo y persigan intereses nacionalistas, algo que tendría consecuencias terribles para el mundo al terminar la crisis. Lo que elijamos en el próximo mes o dos cambiará el mundo durante años o incluso décadas. Nicolás Stulberg 162Nicolás Stulberg 162

– ¿Qué cambios geopolíticos pueden surgir?

– Creo que hay algo importante y es ver si logramos lidiar con esto unidos como humanidad. Por ejemplo, estableciendo un sistema global de producción y distribución de equipamiento médico, donde países empleen recursos para producir respiradores y medicamentos y luego los distribuyan de manera justa, en lugar de que los países ricos monopolicen los recursos y no quede nada para los pobres. Si logramos hacer esto, podría dejar un legado de solidaridad, confianza y cooperación que nos ayudaría a lidiar con muchas otras crisis en el futuro. Pero si termina predominando una competición egoísta y nacionalista entre países para conseguir todo lo posible para sí mismos sin importar los demás, dañando la eficiencia en la producción y resultando en una distribución no equitativa de los equipamientos, esto dejaría un legado tóxico, algo que podría afectar a las relaciones internacionales muchos años.

– ¿Y cómo quedará la distribución de poder entre países?

 Algo muy llamativo es cómo Estados Unidos, desde que comenzó el Gobierno de Donald Trump, ha abandonado completamente su rol de liderazgo en el mundo respeto a crisis previas, como la epidemia de ébola o la crisis financiera del 2008, donde lideró un esfuerzo junto a otros países y evitaron un desenlace peor. Pero en esta crisis, cuando empezó, Estados Unidos se desentendió completamente y no hizo nada. Cuando se expandió del este de Asia a más y más áreas, al principio negó que hubiera un problema e incluso ahora, cuando finalmente lo reconoce, sigue sin tomar un rol de liderazgo y continúa con su política de “América primero”. Solo que ahora es América primero en infeccionesEstados Unidos básicamente ha abandonado su papel de líder global y ha dejado un vacío que otros países están tratando de llenar, como Alemania, que está haciendo un trabajo impresionante. Después de mostrar dudas en su reacción inicial, ahora está tratando de adoptar una posición de liderazgo responsable, no solo económicamente, sino también enviando ayuda y recibiendo pacientes de otros países para ayudarlos con la crisis, y esto es algo muy alentador. También vemos que China envía ayuda, equipos de expertos y equipamientos médicos a países en todo el mundo. Mucha gente los acusa de explotar esta situación pero creo que es injusto, porque esto es lo que realmente necesitamos en este momento, que los países se ayuden entre sí. Y si hay una motivación política, ¿qué importa?.

– ¿Son instituciones como la Unión Europea o Naciones Unidas lo suficientemente fuertes para liderar la lucha contra la pandemia?

 En los últimos años el poder de estas organizaciones ha sido debilitado por el crecimiento de de políticas aislacionistas y populistas, y muchos países que antes eran los principales pilares del multilateralismo y el orden internacional, especialmente Estados Unidos y Gran Bretaña, han renunciado a ese papel. Ahora nosotros estamos pagando el precio, en un momento de crisis, cuando necesitamos cooperación global más que nunca, las organizaciones internacionales son relativamente débiles. No sé qué va a pasar, pero espero que la gente se dé cuenta con la crisis del error que hemos cometido al debilitar la solidaridad y cooperación internacional, y que al final de esta crisis salgamos con organizaciones internacionales más fuertes y con una profundización de la solidaridad global que nos ayudará a lidiar no solo con esta crisis, sino con otras en el futuro.

– ¿Qué cree que pasará con el mercado laboral una vez que esto termine?

 Creo que hay dos posibles impactos principales. Primero, el mercado laboral se va a reestructurar, porque estamos teniendo un experimento masivo de trabajar desde casa y el resultado de esto va a modificar la economía del futuro. Muchas cosas en que la gente pensó pero que nunca se intentaron, como por ejemplo la enseñanza universitaria por internet, que se están experimentando ahora. Si las universidades se dan cuenta de que pueden enseñar por internet, una vez que termine la crisis, aunque muchos cursos vuelvan a la normalidad, otros se seguirán impartiendo online, lo que significa que pueden contratar personas en otros países para dar clases, algo que podría cambiar el mercado laboral académico, por ejemplo, con universidades europeas contratando profesores de India, que les serían mucho más baratos y podrían enseñar de forma virtual. Es solo un ejemplo de lo que podría pasar en muchas más industrias. Otro posible impacto es la aceleración de la automatización y la implementación de robots, inteligencia artificial y aprendizaje automático en trabajos que hasta ahora eran hechos por humanos. Lo que está pasando ahora en la crisis es que hay mucha presión en muchas industrias para reemplazar a los humanos. Sí un trabajo puede ser hecho por un robot, aunque el robot no sea tan bueno como el humano, en este momento es mucho más conveniente porque no se pueden contagiar. Entonces, si hay una fábrica que tiene solo robots y una fábrica que tiene solo humanos, la fábrica humana, aunque sea un poco mejor en producción, ahora está cerrada por la cuarentena y el miedo al contagio, algo que podría significar un estímulo inmenso para que muchas compañías experimenten con un sistema de producción automatizado. El tema es que cuando la crisis se termine, difícilmente volveremos a donde estábamos antes. Hay muchas industrias que podrían atravesar un proceso de rápida automatización, sobre el que se viene hablando mucho en los últimos años y que, mientras que en condiciones normales podría haber tomado 10 o 20 años, por esta epidemia ahora tomará solo dos o tres meses.Yuval Noah Harari, el israelí escribió dos best seller de fama mundial: “Homo Sapiens” y “Homo Deus”. Este último es un libro transhumanista que lo convirtió en el pensador de cabecera del Mark Zuckerberg.Yuval Noah Harari, el israelí escribió dos best seller de fama mundial: “Homo Sapiens” y “Homo Deus”. Este último es un libro transhumanista que lo convirtió en el pensador de cabecera del Mark Zuckerberg.

– Si sucede así de rápido, podría tener consecuencias devastadoras para los trabajadores.

– Sí, y actualmente la pandemia está centrada en los países más ricos del mundo, como en Europa, Estados Unidos, antes en China, Corea del Sur o Japón. Pero en el largo plazo, la peor de las crisis se sufrirá en los países pobres. Ahora no hablamos mucho sobre lo que pasa en América del Sur, en África o en el Sudeste Asiático, pero tanto la epidemia en sí como la crisis económica probablemente golpearán a los países pobres y en desarrollo mucho más que los países ricos. Y si el sistema de salud de un país como España tiene dificultades lidiando con esta crisis, piensa lo que puede pasar cuando la epidemia se extienda a países como Perú, Bangladesh o Sudáfrica. El mayor número de muertos, probablemente, será en estos países, no en Europa o Estados Unidos. Lo mismo con la crisis económica, ahora la vemos en Europa, el este de Asia o América del Norte, pero en última instancia estas áreas podrán sobrevivir mediante salvamentos económicos como el que está implementando EE.UU. e, incluso, podrían beneficiarse a largo plazo mediante procesos como la automatización. Pero si pensamos en los países pobres o en vías de desarrollo, que no tienen estas capacidades económicas y que probablemente también experimentarán estos procesos de automatización, muchos podrían colapsar totalmente económica y políticamente. Por eso creo que es necesario una red de contención global para ayudarlos a enfrentar las consecuencias económicas de la epidemia.

– ¿Qué elementos positivos se pueden extraer de la situación actual?

 Más allá del entendimiento de la necesidad de mayor solidaridad global, creo que esta crisis podría enseñarnos a enfrentar de manera más efectiva otros problemas globales, como el cambio climático. En los últimos años se habló mucho sobre el peligro de una epidemia y gobiernos y ciudadanos no invirtieron esfuerzos suficientes para prepararse, porque siempre es más fácil enfocarse en las preocupaciones inmediatas que en peligros futuros. Pero ahora nos damos cuenta de que fue un error enorme no prepararnos para esta eventualidad, y espero que aprendamos la lección en relación al cambio climático: que es mejor invertir dinero ahora para evitar el peor escenario, que esperar a que la crisis nos golpee y sea demasiado tarde. Otra lección positiva es la importancia de la educación científica y la confianza en la ciencia y en sus expertos. En los últimos años vimos un crecimiento de los populismos, con políticos socavando la confianza de la gente en la ciencia, pintando a los expertos como una élite desconectada de la gente a la que no debemos escuchar. Ahora entendemos la inmensa importancia de escuchar a estos expertos, que nos digan qué está pasando y qué debemos hacer.

Yuval Harari y el coronavirus: el gurú futurista alertó sobre los riesgos de un mundo que será completamente distinto después de la pandemia

En una nota publicada por Financial Times, el historiador israelí asegura que se enfrentan dos opciones sobre cómo combatir la pandemia: vigilancia totalitaria vs empoderamiento de la ciudadanía, y aislamiento nacionalista vs solidaridad global

20 de Marzo de 2020Yuval Noah Harari, profesor de la Universidad Hebrea de Jerusalem, durante una reciente sesión del Foro Económico de Davos. REUTERSYuval Noah Harari, profesor de la Universidad Hebrea de Jerusalem, durante una reciente sesión del Foro Económico de Davos. REUTERS

En un impactante artículo en la publicación británica The Financial Times, el historiador israelí Yuval Noah Harari reconoce que la humanidad enfrenta una crisis global de grandes dimensiones y alerta que las decisiones que se tomen moldearán nuestras vidas durante varios años y el riesgo de que la adopción de medios de vigilancia biométrica masiva trascienda la emergencia y habilite a que gobiernos y corporaciones controlen nuestras vidas. Además, critica severamente al presidente de EEUU, Donald Trump, por tomar decisiones unilaterales, lo que dificulta una acción global no sólo para combatir el virus sino también limitar el daño a la economía mundial.

“La humanidad enfrenta una crisis global. Tal vez la más grande de nuestra generación. Las decisiones que la gente y los gobiernos tomen en las próximas semanas», dice el artículo, “… no sólo formatearán nuestro sistema de salud, sino también nuestra economía, nuestra política y nuestra cultura”.

Por eso, Harari pide “tener en cuenta las consecuencias de largo plazo de nuestras acciones” y preguntarnos “no sólo como superar la amenaza inmediata, sino también en qué clase de mundo viviremos cuando pase la tormenta”, porque “viviremos en un mundo diferente”.

En situaciones de emergencia, alerta el autor de “De animales a dioses”, “Homo Deus” y “21 lecciones para el siglo 21”, decisiones que normalmente llevan años de deliberación se toman en cuestión de horas y tecnologías inmaduras e incluso peligrosas se ponen en servicio porque los riesgos de no hacerlo son aún mayores. Naciones enteras, explica, hacen experimentos de gran escala que ni escuelas o universidades aceptarían tomar en tiempos normales.

Según Harari, las dos opciones más importantes del momento son entre “vigilancia totalitaria o empoderamiento de los ciudadanos” y “aislamiento nacionalista o solidaridad global”.<b>Según Harari, las dos opciones más importantes son entre vigilancia totalitaria vs empoderamiento de los ciudadanos y entre aislamiento nacionalista o solidaridad global</b>

En la extensa nota, el autor explica que las actuales técnicas de vigilancia permiten a los gobiernos apoyarse en sensores ubicuos y algoritmos en vez de espías humanos y que en la batalla contra el coronavirus se han desplegado nuevas herramientas.

Al respecto, da el ejemplo de China, que mediante el monitoreo de smartphones y el uso de millones de cámaras de reconocimiento facial y obligando a los chinos a chequear y reportar su temperatura corporal y condiciones médicas logró detectar no sólo a los portadores del virus sino también trazar sus movimiento e identificar a todos con quienes estuvo en contacto.

Una de las claves del análisis de Harari es que ahora gobiernos y corporaciones tienen a su disposición herramientas antes impensadas. «Si no somos cuidadosos, la epidemia puede marcar un hito en la historia de la vigilancia -advierte- no tanto porque podría normalizar el despliegue de herramientas de vigilancia masiva en países que hasta ahora las han rechazado, sino más bien porque representa una dramática transición de vigilancia ‘sobre la piel’ a vigilancia ‘bajo la piel’”.Grupo de personas con máscaras faciales frente a un centro comercial en Pekín mientras el país es golpeado por un brote de coronavirusGrupo de personas con máscaras faciales frente a un centro comercial en Pekín mientras el país es golpeado por un brote de coronavirus

Hasta ahora, explica, cuando el dedo de una persona tocaba la pantalla de un smartphone o clickeaba un link en una tablet o computadora, el gobierno podía saber qué estaba tocando. Con el coronavirus, ahora también quiere saber la temperatura del dedo y la presión sanguínea debajo de de su piel.

El uso masivo de esas técnicas permitirá en un futuro cercano que gobiernos y corporaciones sepan si una persona está enferma, antes que la propia persona, y dónde y con quiénes estuvo. En tiempos de crisis, reconoce, estas tecnologías acortan drásticamente el tiempo para detectar cadenas infecciosas e incluso cortarlas de plano. Eso es maravilloso, reconoce, pero puede legitimar un temible sistema de vigilancia en el que gobiernos y corporaciones no sólo podrán saber las preferencias políticas de un ciudadano, sino también sus reacciones emocionales al mirar, por ejemplo, un videoclip, lo que les permitirá vigilarlo y manipularlo mejor.<b>En una crisis como la actual, ciertas herramientas permiten acortar drásticamente la detección de cadenas infecciosas, pero también pueden legitimar que en el futuro gobiernos y corporaciones vigilen no sólo las preferencias políticas de los ciudadanos sino que también puedan conocer y manipular las reacciones emocionales de los ciudadanos </b>

“El enojo, la alegría, el aburrimiento y el amor son fenómenos biológicos, como la fiebre y la tos. La misma tecnología que identifica un estornudo puede identificar una sonrisa. Si los gobiernos y las corporaciones empiezan a acumular nuestros datos biométricos en masa, llegarán a conocernos mejor que nosotros mismos y podrán no sólo predecir nuestros sentimientos, sino también manipularlos y venderlos, lo que quieran: sea un producto o un político”, dice un pasaje, y sitúa un imaginario 2030 en Corea del Norte, en el que el gobierno, obligando a los ciudadanos a usar pulseras biométricas las 24 horas del día, sabe al instante de la furia de alguien ante una determinada frase o gesto de “el gran líder”.

Como ejemplo de la tendencia de los gobierno a extender emergencias, Harari recuerda que su propio país, Israel, aún no abolió las leyes de emergencia de 1948, durante la guerra de Independencia. Incluso si las infecciones de coronavirus se reducen a cero” -señala- algunos gobiernos “hambrientos de datos” mantendrán la vigilancia biométrica por si surge algún nuevo virus. La batalla de la privacidad puede perderse, dice, porque cuando hay que elegir entre privacidad y salud, habitualmente se elige la salud.

Ese planteo, dice, es la raíz del problema, porque es un falso dilema. Mejor que parar el coronavirus con sistemas de vigilancia totalitarios, plantea, es hacerlo empoderando a los ciudadanos, como hicieron Corea del Sur, Taiwán y Singapur, que usaron mecanismos de trazado de ciudadanos, pero se apoyaron mucho más en el testeo masivo y el reporte voluntario de una ciudadanía bien informada y dispuesta a cooperar. Según Harari, cuando a la gente se le dicen los hechos científicos y la gente confía en las autoridades que se lo dicen, puede hacer lo correcto sin que el “Gran Hermano” la vigile. “Un pueblo motivado y bien informado es mucho más poderoso y efectivo que un pueblo vigilado e ignorante”.

Como ejemplo, cita el lavado de manos, “uno de los más grandes avances en la historia de la higiene”, que salva millones de vidas cada año, pero cuya importancia fue descubierta recién en el siglo XIX, al punto que antes ni siquiera médicos y asistentes sanitarios se lavaban las manos incluso después de una operación. Gente bien informada se lava las manos, dice, porque entiende porqué debe hacerlo.

Uno de los problemas, añade, es que para lograr esa cooperación “la gente necesita confiar en la ciencia, confiar en las autoridades públicas y confiar en los medios”. Pero, se lamenta, “políticos irresponsables han deliberadamente socavado la confianza en la ciencia, en las autoridades públicas y en los medios”. Ahora, prosigue, “esos mismos políticos irresponsables podrían estar tentados de tomar el camino del autoritarismo, argumentando que no se puede confiar en que la gente haga lo correcto”.

Un plan global

En cuanto a la opción entre aislamiento nacionalista y solidaridad global, Harari afirma que así como la pandemia y la crisis económica resultante son “problemas globales”, sólo pueden ser resueltos mediante la cooperación global. Para ello, sigue, es necesario compartir la información, que define como “la gran ventaja de los humanos sobre un virus”.

En ese sentido, llama a confiar más en la información que aporten los científicos y expertos en salud más que en las teorías conspirativos y políticos autoreferenciales. Como ejemplo de cooperación cita la distribución, basada en la información sobre las diferentes situaciones de los países a medida que pasan las semanas, no sólo de información, sino también de equipamiento médico e incluso de médicos, lo que requiere un acuerdo global sobre el movimiento de pasajeros, para permitir el desplazamiento de “viajeros esenciales”, mediante un sistema de monitoreo de los mismos, de modo que quienes viajen no teman compartir travesía con otros pasajeros.Un trabajador barre la vereda frente a un casino de Las Vegas, EEUU, cuyos negocios han quedado vacíos por las medidas para frenar la pandemia (REUTERS/Steve Marcus)Un trabajador barre la vereda frente a un casino de Las Vegas, EEUU, cuyos negocios han quedado vacíos por las medidas para frenar la pandemia (REUTERS/Steve Marcus)

En cuanto al frente económico, Harari apunta que dado el carácter global de la economía y las cadenas de aprovisionamiento, si cada gobierno actúa por las suyas ignorando a los demás, el resultado será el caos y una crisis económica más profunda. Por eso, dice, se necesita «un plan global”.

Desafortunadamente, no es lo que está sucediendo, ya que una “parálisis colectiva” se apoderó de la comunidad internacional. Ejemplo de eso es que el G7 apenas logró organizar un videoconferencia la semana pasada, de la que no surgió plan alguno.

Al respecto, Harari critica severamente al actual gobierno de EEUU. En crisis previas, recuerda, como la financiera de 2008/09 y la epidemia de Ébola de 2014, EEUU asumió ese rol, que Donald Trump abdicó, dice porque “le importa más la grandeza de América que el futuro de la humanidad”.

Incluso si EEUU cambia de enfoque, dice Harari, será difícil coordinar un plan global con un líder “que nunca se hace responsable, que nunca admite errores y que usualmente se atribuye todos los méritos a sí mismo y la culpa a los demás”. Si el vacío que dejó EEUU no es llenado por otros países no sólo será más difícil parar la epidemia, sino que su legado será envenenar las relaciones internacionales por muchos años, señala.

Cada crisis es también una oportunidad y es posible que la actual epidemia ayude a la humanidad a entender el agudo peligro de la falta de unidad global, concluye Harari, quien plantea la opción entre “recorrer la ruta de la desunión o adoptar el camino de la solidaridad global; si elegimos la desunión no sólo se prolongará la crisis, sino que habrá otras peores en el futuro. Si elegimos la solidaridad, no sólo lograremos la victoria contra el coronavirus, sino contra futuras epidemias y crisis que puedan amenazar a la humanidad en el siglo XXI».

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