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Joe Biden pasará a la historia, justa o injustamente, como el mandatario que presidió el humillante acto final del experimento estadounidense en Afganistán.

David E. Sanger

Por David E. Sanger

En la historia presidencial moderna de Estados Unidos, han sido contadas las ocasiones en las que las palabras de un comandante en jefe lo han perjudicado tan rápido como las que pronunció el presidente Joe Biden hace poco más de cinco semanas: “No habrá ninguna circunstancia en la que se vaya a ver personas salir en helicóptero de la azotea de la Embajada de Estados Unidos en Afganistán”.El Times  Una selección semanal de historias en español que no encontrarás en ningún otro sitio, con eñes y acentos. Get it sent to your inbox.

Luego, para cavar todavía más su tumba, agregó: “Es muy poco probable que los talibanes invadan todo y controlen el país”.

El domingo, la desbandada para evacuar de Kabul a civiles estadounidenses y empleados de la embajada de Estados Unidos —la imagen misma que Biden y sus asesores acordaron que debían evitar durante reuniones recientes en el Despacho Oval— se transmitió en vivo por televisión, no del techo de la embajada estadounidense, sino de la plataforma de aterrizaje ubicada al lado del edificio. Y ahora que el gobierno afgano ha colapsado con una velocidad impactante, parece una certeza que —de la misma manera que lo hicieron hace 20 veranos— los talibanes volverán a tener el control total del país en menos de un mes, cuando se conmemore el aniversario de los ataques del 11 de septiembre de 2001.

Biden pasará a la historia, justa o injustamente, como el presidente que estuvo al mando durante el humillante último acto del experimento estadounidense en Afganistán, uno que se estuvo gestando desde hacía mucho tiempo. Después de siete meses en los que el gobierno parecía transmitir una muy necesaria imagen de competencia —al lograr que más del 70 por ciento de los adultos del país se vacunara, diseñar un crecimiento laboral y progresar hacia un proyecto de ley bipartidista de infraestructura—, todo lo relacionado con los últimos días de Estados Unidos en Afganistán destruyó ese imaginario.

Incluso muchos de los aliados de Biden que creen que tomó la decisión correcta al salir por fin de una guerra que Estados Unidos no podría ganar y en la que ya no había un interés nacional, admitieron que el presidente cometió una serie de errores en la ejecución de la retirada. La única pregunta es cuánto daño político causarán esos errores. Y si a los estadounidenses que vitorearon en los mítines de las campañas de 2020, cuando el entonces presidente Donald Trump y Biden prometían retirarse de Afganistán, no les importará y dirán que tenía que terminar, aunque fuera de mala manera.

El perímetro de la Embajada de Estados Unidos en Kabul el domingo por la noche. Las dificultades para evacuar a los civiles estadounidenses y a los empleados de la embajada se emitieron en directo en la televisión.
El perímetro de la Embajada de Estados Unidos en Kabul el domingo por la noche. Las dificultades para evacuar a los civiles estadounidenses y a los empleados de la embajada se emitieron en directo en la televisión.Credit…Jim Huylebroek para The New York Times

Biden conocía los riesgos. A menudo ha hecho notar que llegó a la presidencia con más experiencia en política exterior que cualquier otro presidente en los últimos tiempos, se podría decir que desde Dwight D. Eisenhower. En las reuniones celebradas esta primavera para analizar la próxima retirada estadounidense, Biden les comentó a sus asesores que era crucial evitar el tipo de escena que recogieron las icónicas fotografías de estadounidenses y vietnamitas en las que suben por una escalera hacia un helicóptero ubicado en un techo cercano a la embajada de Estados Unidos en Saigón, cuando fue evacuada frenéticamente en 1975, mientras el Vietcong arrasaba con la ciudad.

Sin embargo, tras haber decidido en abril que el aniversario del 11 de septiembre sería la fecha para la retirada final de Estados Unidos, Biden y sus asesores no pudieron sacar del país con la rapidez necesaria a los intérpretes y otras personas que ayudaron a las fuerzas estadounidenses, por lo que quedaron atrapados en el papeleo migratorio. No existía ningún mecanismo confiable para que los contratistas mantuvieran las fuerzas aéreas afganas en operación mientras los estadounidenses hacían las maletas. El plan del que habló Biden a finales de junio para crear lo que denominó una “capacidad de intervención inmediata” para reforzar a las fuerzas afganas en caso de que Kabul se viera amenazada se quedó a medias. El 8 de julio, el mismo día que dijo que no había necesidad de preocuparse por una inminente toma de posesión de los talibanes, Biden dijo que “en relación con el entrenamiento y la capacidad” de las fuerzas de seguridad afganas, los talibanes “ni siquiera se acercan en términos de su capacidad”. Ahora sabe que lo que les faltaba en capacidad, lo compensaban en estrategia, determinación y empuje.

“Hay lecciones que aprender sobre la forma en que cada gobierno manejó Afganistán de principio a fin. Le debemos a los miembros del ejército y a otros estadounidenses que pusieron sus vidas en peligro, que estas lecciones sirvan de base para la toma de decisiones en el futuro”, dijo Michèle Flournoy, quien se desempeñó como la tercera funcionaria al mando en el Pentágono durante la gestión de Barack Obama y fue una de las principales contendientes para convertirse en la secretaria de Defensa de Biden.

“Para el gobierno de Biden la cuestión será si se ha hecho una planificación de contingencia suficiente para mantener las operaciones antiterroristas críticas”, y si “cumplimos nuestras obligaciones con los afganos que nos ayudaron, reducimos los riesgos asociados a la retirada y permitimos un apoyo continuado para mantener la viabilidad del ejército afgano”.

A Biden se le entregó, por supuesto, una retirada que ya estaba en marcha, diseñada por Trump en el último año de su presidencia, y sellada por su secretario de Estado, Mike Pompeo, que se reunió con los talibanes.

“Uno de los errores más graves fue la firma por parte del presidente Trump de un acuerdo con los talibanes que prometía una retirada de Estados Unidos sin poner en marcha un alto al fuego integral”, señaló Flournoy, “para luego reducir unilateralmente las fuerzas estadounidenses a un nivel que era insostenible”. Esto dejó al presidente Biden en una posición mucho más difícil”.

Integrantes de los talibanes en un vehículo policial capturado en Kabul el domingo. El gobierno afgano se derrumbó con una rapidez asombrosa.
Integrantes de los talibanes en un vehículo policial capturado en Kabul el domingo. El gobierno afgano se derrumbó con una rapidez asombrosa.Credit…Jim Huylebroek para The New York Times

Incluso algunos de los especialistas con más experiencia en la política del sur de Asia, como Ryan Crocker, un diplomático de carrera que ya está retirado, pero sirvió como embajador en Afganistán durante la presidencia de Barack Obama y en Irak durante la de George W. Bush, creían que tenían más tiempo.

“Si soy sincero, es más probable una guerra civil prolongada que los talibanes obtengan rápidamente el control de todo el país”, comentó Crocker hace ocho días en This Week de ABC. No obstante, agregó que Biden “ya asumió por completo” los compromisos de Trump de salir del país. “Los ha hecho suyos”, comentó Crocker. “Y creo que ya es una mancha indeleble en su presidencia”.

El domingo, Biden no hizo declaraciones al público. La Casa Blanca difundió una fotografía de él en una sesión informativa en video desde Camp David. Biden aparecía solo en la fotografía, sus asesores le informaban desde la pantalla. Y les tocó a ellos explicar por qué Biden pensó, en julio, que las fuerzas afganas iban a oponer mucha resistencia.

Los republicanos se lanzaron sobre las imágenes de la evacuación de los estadounidenses y de Ashraf Ghani, el presidente del país, quien huyó sin un plan de sucesión ni un convenio con los talibanes sobre el gobierno futuro del país, un acuerdo que se contemplaba en el acuerdo de la era de Trump.

Algunos de esos republicanos demostraron tener una memoria corta. Muchos elogiaron al presidente George W. Bush cuando ordenó la invasión de Afganistán para derrotar a Al Qaeda. Le siguieron la corriente cuando agregó objetivos: enviar a niñas a la escuela, construir una democracia modelo, replantear el ejército afgano como una versión miniatura de las fuerzas estadounidenses, aunque ese modelo no fuera el adecuado.

Aplaudieron cuando Bush, en su segundo discurso inaugural en 2005, declaró que la misión de Estados Unidos sería promover la democracia en todo el mundo. Una década más tarde, elogiaron a Trump por decir que Estados Unidos iba a dejar atrás las guerras que no se podían ganar. El domingo, sermonearon a Biden por mantener la estrategia, como si no hubiera ningún costo.

“Creo que es un desastre absoluto”, opinó el domingo el representante por Texas Michael McCaul en el programa State of the Union de CNN, y agregó que Afganistán regresará a un “estado previo al 11 de septiembre: un terreno fértil para el terrorismo”. El secretario de Estado Antony Blinken le replicó que la capacidad estadounidense de detectar, rastrear y matar terroristas era mucho mejor que la de hace dos décadas.

Sin embargo, dio la impresión de que McCaul, un republicano con un alto cargo en el Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes, estaba probando temas para la siguiente temporada de elecciones cuando se refirió a Biden: “Lo pudo haber planeado. Pudo tener una estrategia para esto”.

Ahora, dijo, “no hay más estrategia que correr al aeropuerto y evacuar a toda la gente que pueda”.

De hecho, hay una estrategia, pero no una que Biden pueda vender con facilidad en medio de las imágenes del caos en Kabul. Biden considera que los años dedicados a remodelar la política exterior estadounidense en reacción a los ataques del 11 de septiembre crearon espacio para el crecimiento de China, para la interferencia de Rusia, así como para las ambiciones nucleares de Irán y Corea del Norte. Salir de Afganistán es parte de un esfuerzo más amplio por volver a concentrarse en desafíos estratégicos y en las nuevas amenazas del ciberespacio y el espacio exterior. No obstante, este fin de semana quedó en evidencia que el pasado en realidad nunca queda en el pasado.

Manifestantes cerca de la Casa Blanca en Lafayette Square el domingo
Manifestantes cerca de la Casa Blanca en Lafayette Square el domingoCredit…Tom Brenner para The New York Times

La defensa del gobierno frente a las críticas sobre su incapacidad para actuar con la suficiente rapidez en Afganistán ha sido reconocer que la velocidad del colapso lo tomó por sorpresa y al mismo tiempo insistir en que había planes implementados. El secretario de Prensa del Pentágono, John F. Kirby, comentó que “desde mayo” se había realizado un ensayo de la evacuación, y que los infantes de marina destacados en Iwo Jima estaban posicionados para volar a Kabul.

“La razón detrás de nuestra rápida respuesta en los días pasados es que estábamos preparados para esta contingencia”, señaló Kirby.

Sin embargo, las propias palabras de Biden dejan en claro que tenía la confianza de que este día no iba a llegar en mucho tiempo, o nunca. Dijo repetidamente que no se arrepentía de su decisión y que no tendría ninguna responsabilidad si los talibanes se hacían con el poder, en parte debido a que Trump había firmado el acuerdo en febrero de 2020 que fijaba la retirada completa de Estados Unidos para el 1 de mayo de 2021. (Aunque Biden amplió la fecha de retirada hasta el 11 de septiembre, casi todas las tropas estadounidenses ya se habían ido a principios de julio).

El resultado del acuerdo entre Trump y los talibanes, dijo Biden el sábado, fue que el presidente quedó frente a unos talibanes “militarmente con la posición más fuerte desde 2001”, y una fecha en la que todas las fuerzas estadounidenses tenían que estar fuera.

El domingo Blinken esquivó las preguntas sobre por qué no se hizo más antes para sacar del país a los intérpretes afganos que trabajaron para el ejército estadounidense y otros aliados que corren el riesgo de sufrir represalias de los talibanes. También se le preguntó por qué no se trasladó antes a más estadounidenses fuera de la embajada en Kabul, como muchos en el Pentágono habían instado, antes de que se hiciera evidente la magnitud del colapso.

Incluso muchos de los aliados del presidente Biden, que creen que tomó la decisión correcta de salir al fin de una guerra que Estados Unidos no pudo ganar, reconocen que cometió una serie de errores importantes al ejecutar la retirada.
Incluso muchos de los aliados del presidente Biden, que creen que tomó la decisión correcta de salir al fin de una guerra que Estados Unidos no pudo ganar, reconocen que cometió una serie de errores importantes al ejecutar la retirada.

“La incapacidad de las fuerzas de seguridad afganas para defender su país ha jugado un papel muy importante”, dijo el domingo en el programa Meet the Press de la NBC.

Todo ello es cierto. Pero es Biden quien podrá ser recordado por su papel al sobreestimar al extremo la solidez de las fuerzas afganas y por no actuar con suficiente rapidez cuando quedó claro que los escenarios que se le habían presentado eran erróneos.

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