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NUEVA NORMALIDAD por Enrique Mangiantini – Director Consultora Claridad Empresaria

El sindicalismo mundial en general padece una profunda crisis de credibilidad. Argentina no sólo no es la excepción sino que este fenómeno (que lleva muchos años) es aún mayor en nuestro país y se agudiza con la realidad que impone la tecnología. Sin dudas se incrementará aún más en la post pandemia porque la nueva normalidad generará una importante brecha entre las necesidades de los afiliados a las distintas organizaciones gremiales y las metodologías y objetivos de la conducción de las mismas.

Sobre esta cuestión es  importante repasar algunos datos que surgen de encuestas recientes.

ESPOP UDESA (Encuesta de Satisfacción Política y Opinión Pública de la Universidad de San Andrés):

Imagen negativa 80 porciento.

OPINAIA:

Sólo el 12 porciento de los encuestados confía en los Sindicatos.

GIACOBBE Y ASOCIADOS

81,6 porciento de imagen negativa; 14,1 porciento de imagen regular; sólo el 3,4 porciento de imagen buena.

MÁXIMA ON LINE (GRUPO MERCADO)

14,0 porciento imagen negativa; 71,7 porciento imagen muy negativa.

Citando a Alvin Toffler, en un artículo anterior rescaté aquel concepto del pensador cuando hablaba, muchos años atrás, del mundo del futuro y la necesidad de Aprender, Reaprender y Desaprender. Y dije que los sindicatos no son una excepción a estos enunciados y que seguramente les ha llegado la hora de replantearse cómo  defienden hoy los intereses de los trabajadores.

Los dirigentes sindicales y sus entidades nacieron, crecieron y se desarrollaron en un mundo analógico del que muchos jamás hubieran querido salir, caracterizado por supuestas luchas  salariales que apuntan a la masa, concretamente más a  lo cuantitativo que a lo cualitativo. Hoy, con el desarrollo tecnológico de los últimos años se sumaron  necesidades individuales que los afiliados no logran canalizar por sus representantes sindicales. Necesidades que tienen que ver con su desarrollo laboral o profesional para hacer del trabajo un proyecto de vida y no un simple ámbito para vegetar.

A título de ejemplo: los dirigentes sindicales son reacios a entender que la antigüedad de un trabajador dentro de una organización no siempre constituye un mérito y que premiarla no implica necesariamente una motivación para el mismo y no le genera desafíos.

He hablado con muchísimos trabajadores y el ejemplo antedicho es claro. Suelo escuchar a menudo frases como «no quiero que mi gremio me consiga un uno porciento más por antigüedad, quiero que me ayude  a lograr los objetivos que me he planteado, me he convencido que tengo que hacerlo solo y generar mi carrrera en base a lo que sé que puedo conseguir».

«No me siento representado» acotan.

Así como el ejemplo de los  adicionales por antigüedad hay otros de similar trascendencia. Por ejemplo los adicionales por Asistencia y Puntualidad,  conceptos estos que premian el cumplimiento de la obligatoriedad, cuando la mejor forma de reconocer a un trabajador eficiente es premiar a todo lo que de su parte implique precisamente superar  las obligaciones de ese débito laboral.

La lista de conceptos que todavía hoy siguen manejando los gremios y que ya han sido superados por las nuevas realidades y por las inquietudes de la mayoría quienes trabajan sería enorme de enumerar.

Nuestro sindicalismo pasa hoy por una profunda crisis. Crisis que comenzó cuando desapareció aquel habitat que le dio origen y que se mantuvo durante muchos años y que tuvo su punto más culminante durante parte de los años setenta.

De allí al rechazo actual de los trabajadores y de la sociedad en su conjunto.

Hoy los sindicatos no cuenta, por lo menos en la mayoría de los casos, con  legitimidad social.

Salir de sus encasillamientos les permitiría retomar un camino de crecimiento.

Debería quedar en claro que si esos encasillamientos son ideológicos no podremos esperar demasiado. Sucede que generalmente no lo son sino que obedecen a un folklore de supuestas habilidades negociadoras que se utilizan para «conquistas» que van quedando perimidas por el paso del tiempo.  Quizás esas habilidades puedan ser útiles para que en algún momento perciban esta situación y diseñen estrategias para lograr la legitimidad que fueron perdiendo por el paso del tiempo y su no adaptación al mismo. Sindicatos para entender el presente y el futuro: Desaprender y Reaprender…

«Combatir el capital» fue un eslogan que pudo tener impacto emocional en el intrincado mundo de post guerra y en la confusa situación política interna de nuestro país en aquel entonces. Hoy parece una paradoja cuando es dicho (o cantado) por trabajadores que precisamente reciben su sueldo de empresas privadas. Tampoco parece ser un eslogan adecuado para quienes trabajan hoy en el estado cuando sus ingresos son solventados con el  aporte de la ciudadanía en su conjunto.

Tal vez llegó la hora del crecimiento para las entidades sindicales. Y el crecimiento (que debería comenzar por asumir la necesidad de la salida de la zona de confort, antes de que se transforma en zona de malestar) debe darse con una positiva interpretación de que los tiempos tecnológicos y digitales llegaron para quedarse.

Ya no se trata de enfrentar  sin programas alternativos al  liberalismo o neo liberalismo,  o como quiera llamarse a las diversas formas que la organización del mundo aplica hoy para sus economías. Es algo distinto.

 Dicho en criollo: Las entidades sindicales deben «barajar y dar de nuevo» y comenzar a replantearse una estrategia de crecimiento para acompañar primero los objetivos empresarios (que será necesario que respeten un piso de derechos laborales) y luego el de sus representados. Lo contrario no es ni siquiera ideología, simplemente es cháchara.

Si quienes tienen hoy la difícil pero apasionante responsabilidad de representar a  los trabajadores entienden esto y logran fijar objetivos propios acordes a la época y que tengan como base las reales necesidades de sus afiliados (hoy dentro del mundo tecnológico digital), tal vez pueden reiniciar un saludable proceso de resignificación de su rol. Tal vez entonces llegue la hora de una mejora de imagen y aceptación por parte de los trabajadores y la sociedad en general.

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